martes, 20 de julio de 2010

LA IGLESIA DE JESUCRISTO Y OTRAS IGLESIAS

A través de las Sagradas Escrituras podemos constatar, que la iglesia, la verdadera iglesia, responde a una realidad mucho más trascendente y divina de lo que comúnmente se advierte; no se trata de una institución más o menos venerable por su tiempo y experiencia, ni siquiera es simplemente el nuevo pueblo de Dios; la iglesia de Jesucristo es la realización suprema del amor entrañable de su Corazón (Efesios 5:25-27; 29-30, 32), la manifestación concreta de su obra salvífica en la tierra; es por esto que en más de una ocasión hay expresiones muy posesivas respecto del Señor para con la iglesia, verificándose una identidad y una pertenencia absoluta.
De aquí entendemos porque el Señor le dijo a Pedro “sobre ti fundaré mi iglesia” y no dijo “la iglesia” o “una iglesia”, expresiones que eran perfectamente posibles y hasta más probables desde un punto de vista humano, sino que quiso usar la expresión fuerte, posesiva, exclusiva y determinante de “mi iglesia”, para dejar claro que es la iglesia de su Corazón, de su amor entrañable, su querida y amada esposa, sacada de su costado abierto, de las entrañas de su misericordia, para dejar claro también que vendrán otras, lo cual está fuertemente insinuado, dado que este texto es profético por excelencia, surgirán otras muchas iglesias, pero solo esta será Su iglesia, la que el establece sobre el apóstol Pedro, la que también es su Cuerpo, su Templo, la que tiene sus promesas y su autoridad.
Este sentido de posesión y de pertenencia se puede ver en otros textos, y aún en algunos en sentido inverso, por ejemplo en Mateo 7:15-23, el Señor profetiza que en el día del juicio, muchos asombrados le dirán que hicieron muchos milagros e hicieron muchas cosas en su nombre, pero El les dirá “nunca os conocí”, expresión que equivale a “ustedes nunca fueron míos”, pues cuando en la Escritura se habla del “conocer” de Dios para con el hombre, es como decir que los reconoce como de los suyos o en caso contrario que no los reconoce(Juan 10:14-16, 26-27; 2 Timoteo 2:19; Mateo 25:12). Pero, ¿cómo es posible que esto suceda?, el Señor nos da la explicación en el mismo texto cuando nos dice, “cuídense de los falsos profetas”, de los falsos enviados y mensajeros de Dios, autoproclamados ellos mismos. No se trata de mi parecer, mis gustos o mis caprichos, se trata de obedecer, de someterse a lo que el Señor ha establecido, haciendo así Su voluntad y no la mía, no diciendo solo Señor, Señor, sino haciendo lo que Él ha mandado; claramente en este texto se trata de aquellos que fundando sus propias iglesias y arrastrando a muchos tras ellas, han creído tener todo el apoyo del Señor en sus empresas, pero el Señor les llama falsos profetas, falsos enviados de Dios, que son malhechores, primero que nada por darle la espalda y traicionar a Su iglesia, escogiendo su propio camino; porque en cuestiones de la iglesia y la salvación de los hombres, Dios ha hecho y provisto todo lo necesario con la muerte y resurrección de su Hijo, y la fundación de su iglesia seguidamente, desde las entrañas de su Ser, conforme a su plan, y nadie puede querer sustituir esto por sus propias iniciativas, pues esto no es empresa ni negocio de hombres, solo Él murió, solo Él resucitó, solo Él fundó la iglesia que durante tres años preparó en sus principales líderes, los apóstoles, para que fuera su prolongación en la historia, presencia suya en la tierra, instrumento eficaz de su salvación.
En consecuencia con esto, vemos en el libro de Hechos de los apóstoles, libro de los orígenes de la iglesia, ejemplo y muestra a su vez de lo que ella es y debe ser siempre, en lo fundamental, como también en las mismas epístolas apostólicas, una serie de principios y señales decisivas, constitutivas de la misma naturaleza de la iglesia, que siempre deben acompañarle y le acompañaran.

La iglesia es una sociedad visible y concreta, es el reino de Dios en la tierra, es el reino de Dios en medio de un mundo que se le opone, le hace la guerra, y quiere destruirla por todos los medios posibles, como hizo a su Fundador; esto traerá una serie de circunstancias que conspirarán contra su integridad física y espiritual, que fueron predichas por Él mismo, pero ante las cuales no obstante saldrá victoriosa (Mateo 16:18), en ella habrá cizaña y habrá trigo, pescados buenos y malos, semilla que de fruto y que no lo dé (Mateo 13: 18-30; 36-50), pues así ha querido el Señor comience su reino, con la realidad del mal presente, dado que solo así se verá claramente la superioridad del bien, como enseña la parábola del trigo y la cizaña, y como Él mismo dio ejemplo, viniendo de la gloria e infinita santidad de Dios, a vivir, sufrir y morir a este mundo de maldad, pero que fue como la venció, así como a su gestor principal , el diablo; y así la iglesia seguirá adelante hasta el fin, porque cuenta con Su presencia(Mateo 28:20), siendo una sociedad jerárquica, con un pastor supremo que ha de enseñar a los demás pastores(ovejas) y a todos los demás fieles(corderos)(Juan 20:15-17), asistido a su vez por estos mismos pastores en plena comunión con él, en el gobierno y adoctrinamiento de esta; así se puede ver sobre todo en los primeros quince capítulos del libro de los Hechos, especialmente en el capítulo 9 versículos 31 y 32, donde vemos una iglesia unida en todas sus iglesias locales, en las distintas regiones, por el Espíritu Santo, y a Pedro, como pastor supremo, visitándola y confirmándola en todos sus lugares como le encargó el Señor(Lucas 22:31-32), y como hoy hacen sus sucesores; lo vemos también dando la enseñanza oportuna, puntual y decisiva, por el Espíritu Santo(Hechos 15-28), como también hacen hoy sus sucesores, en el concilio de Jerusalén, primer concilio de la iglesia, en situación bastante conflictiva(Hechos 15:5-12). Esto nos enseña además el énfasis primordial que los apóstoles hacían en la unidad doctrinal, y por ende de perfecta comunión en toda la iglesia, fustigando fuertemente todo intento de sectarismo y división de cualquier índole(Romanos 16:17-20; 1Corintios 1:10-13); Tito 3:10; Gálatas 5:20; Judas 19), así entendemos que el que rompe con la unidad y se separa de la iglesia nunca está movido por el Espíritu de Dios, sino que es una obra de la carne, de la naturaleza humana caída, pecaminosa, detrás de la cual está Satanás, cuyo germen maligno permanecerá en ellos, causando nuevas y nuevas divisiones; solo la iglesia de Jesucristo puede permanecer unida por el Espíritu(Efesios 4:2-5; Juan 17:11-12; 21-23), como desde sus inicios se observa en el libro de los Hechos de los apóstoles y en sus epístolas, a lo largo y ancho de todo el mundo, con una misma fe, doctrina y obediencia de todos los fieles a su supremo pastor, el Papa; por eso solo ella puede ser el nuevo pueblo de Dios, el reino de Dios, y por tanto la sociedad visible y concreta de Dios en la tierra, no la absurda y disparatada idea protestante de una iglesia de Jesucristo abstracta, donde sus miembros no profesan la misma fe, pertenecen a grupos distintos, con doctrinas diferentes, muchas veces contrapuestas, donde nunca hay una verdadera comunión por tanto, y donde solo los une su enemistad y muchas veces odio a la iglesia católica. Por esto solo en la iglesia católica podemos ver esa estera de millares y millares de santos y mártires, que desde los comienzos de su historia, desde los tiempos apostólicos, pasando por el tiempo de las persecuciones bajo el imperio romano y hasta nuestros días, muestran la continuidad de la única iglesia de Cristo; especialmente los santos canonizados por la iglesia, no pocos de ellos mártires también, son como nuevos cristos en su tiempo y en su realidad, que muestran no solo que Cristo murió, resucitó y fundó esta iglesia sino que vive presente en ella(Apocalipsis 1:12-13), dando ellos así testimonio ante el mundo de que pertenecen a ese reino de Cristo, en el que unidos a Él han vivido una vida sobrenatural, casi divina, dado que han estado llenos de gracia y del Espíritu Santo de Dios, con quién han colaborado para la santificación plena de sus vidas, dando los frutos que Dios espera para su gloria(Juan 15-8); esto no se observa en lo absoluto fuera de la iglesia católica, sino que solo excepcionalmente, según la misericordia infinita de nuestro Dios, ha habido algunas pocas vidas notables que no llegan nunca a la perfección y dignidad de las vidas ejemplares católicas.

Por otra parte, otra gran muestra de la tan plena identidad de nuestro Señor para con su iglesia, fue el darle el increíble privilegio de perpetuar su sacrificio, renovándolo en el altar en cada santo sacrificio de la misa, este hecho es tan inconmensurablemente grande como probatorio de lo que venimos diciendo desde el principio, la iglesia es para nuestro Señor, Su iglesia, como una prolongación suya, salida desde lo más profundo de su Ser amoroso, como la esposa amada, la Eva destinada a Él por el Padre; de aquí que en aquel primer jueves santo, horas antes de su pasión, en aquella cena memorable con sus discípulos, el Señor les encargó la dignidad de perpetuar su sacrificio que ocurriría horas después, haciéndolos sacerdotes del nuevo pacto, sustituyendo el viejo sacerdocio por uno nuevo y más perfecto, que toma su valor de Él mismo, sumo sacerdote y a la vez víctima(Hebreos 7:12-28; 1Corintios 11:23-26), de este último texto claramente se comprende el mandamiento del Señor de perpetuar su único sacrificio, diciéndoles “Hagan esto en memoria de mí”, o sea que el Señor les dejó establecido cual sería el contenido de su culto, algo decisivo que no podía ser según el parecer humano, según el parecer de cualquiera, como ocurre en tantos otros cultos, sino que le estableció a su iglesia como debía adorarle, como debía darle el culto agradable a Él para su gloria y sumo provecho de sus discípulos, tal y como había hecho Dios con el pueblo de Israel; les dio la esencia de su liturgia, y esto lo comprendieron perfectamente los apóstoles, que desde un comienzo realizaban la reunión cultual cristiana como un banquete fraternal, figura del banquete de bodas en la venida del Señor, que tenía como centro “la fracción del pan”, la participación del cuerpo y la sangre de Cristo(Hechos 2:42; Hechos 20:7; 1Corintios 11:17-34; 1Corintios 10:16-22). Esta comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo, como centro y objetivo de su culto, y como comunión además de toda la iglesia, entre todos los fieles que aceptan la doctrina, la fe y el gobierno y magisterio de los legítimos pastores, el Papa y los respectivos obispos en perfecta comunión con él, solo la ha mantenido fielmente desde sus inicios, la iglesia de Jesucristo, la iglesia católica; unos han pretendido mantener la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo apartándose de la comunión con el obispo de Roma, y por ende con la iglesia, formando iglesias nacionales o particulares separadas de la iglesia universal, no manteniendo así la unidad en la fe, la doctrina, y la catolicidad de la iglesia mandadas por el Señor, cayendo en gravísima desobediencia y pecado; otras yendo aún más lejos, han negado, blasfemado y hasta cometido sacrilegio con el cuerpo y la sangre del Señor, mostrando cuanto más lejos están de su verdad y su comunión.
Así pues, estos principios sagrados de amor posesivo y exclusivo del Señor para con su iglesia, y de identidad absoluta con ella, recogidos en las Sagradas Escrituras, solo se han fiel y firmemente mantenido a través de los dos mil años de cristianismo, en la iglesia católica, Su iglesia, la que fundó sobre el apóstol Pedro, y que seguirá su sendero victorioso a pesar de todos los contratiempos y oposiciones, manteniendo la renovación comenzada en el Concilio Vaticano II, perfeccionándose y abriendo las puertas de su corazón, que podríamos decir son las del Corazón de Jesús, e invitando a todos los que están sumidos en el error, a volver a la casa paterna, como de hecho viene sucediendo ya en algunos países de mayoría contraria a la fe católica(Apocalipsis 3:9), y así el reino de Dios siga extendiéndose a lo largo y ancho de todo el mundo, hasta la llegada de su plenitud con la venida de su Señor.
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