martes, 6 de julio de 2010

Fundamentos Bíblicos de la Iglecia Católica.

FUNDAMENTOS BÍBLICOS DE LA IGLESIA CATÓLICA
La iglesia, institución divina, presencia de Cristo en la tierra, instrumento de la gracia y la salvación de Dios por tanto, es sin embargo ignorada por muchos hombres y mujeres, que no alcanzan a reconocer en ella su filiación divina; fijándose más en las mediocres vidas de algunos de sus miembros e incluso de algunos de sus ministros, que en la fuerza y poder de Dios que en ella hay, y de la que se puede participar por la fe para llegar a renovarnos a la imagen y semejanza de Cristo, y ser una de las tantas vidas ejemplares que han brillado como testigos suyos ante el mundo, fruto de la iglesia, en lo cual deberían reparar más sus calumniadores, detractores, enemigos e indiferentes.
La iglesia ha tenido, tiene y tendrá siempre diferentes tipos de adversarios, enemigos u oponentes, mientras peregrine por este mundo hacia la casa del Padre, por causas filosóficas, religiosas, existenciales y políticas, sin embargo ninguno de los programas o sistemas de vida presentados por ellos, ha tenido valor semejante, ni teórico, ni en la práctica por ende, al de la iglesia de Cristo. Ninguno puede presentar la unidad, factor número uno en toda empresa de hombres, la universalidad, la estabilidad permanente en el tiempo, y la santidad de un número importante de sus miembros, que tiene la iglesia católica, a pesar, y esto es también asombroso, de los pecados, abusos y excesos cometidos por varios de sus miembros, que no han podido, no obstante, con la mayor fidelidad y gracia de Cristo, mostrando así el poder de sus promesas y elección recogidas y sentenciadas en las Sagradas Escrituras, en el libro sagrado, en la Biblia.
Y es que desde siempre estuvo en la mente de Dios, como meta y objetivo principal a cumplir para la salvación de los hombres, después de la vida, obra, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, la iglesia. Es pues la iglesia un verdadero e indispensable organismo creado en función de la salvación de los hombres, dotada de vida, autoridad y autonomía propias, muy bien pensada y determinada por Dios su Creador; a ella le fue dada a través de sus principales pastores la máxima autoridad en materias de salvación, las llaves del reino de Dios(Mateo 16:19), a ella le fue dado de esta forma por tanto, decidir que hay y que no hay que creer, y que hay y que no hay que hacer para salvarse, para entrar en el reino de Dios, por lo mismo que decide, pudiéndolo especificar en casos que se requiera, quién entra o no en la salvación de Dios, en su reino, para esto le fue dicho que lo que ate o permita en la tierra será permitido o atado por Dios en el cielo y lo que ella desate y en última instancia, quién ella desate será desatado, prohibido por Dios en el cielo(Mateo 16:19). Es por eso que ella no se concibe como un grupo o grupos reunidos por su parte en torno al Libro, sino que ella misma es uno de sus protagonistas, y está llamada a serlo hasta el fin del mundo (Mateo 28:20) por la acción del Espíritu Santo, y así mantener la dignidad y la altura cumpliendo con su misión, como de ella se recoge, promete y profetiza en el sagrado libro. Ella no fue creada a partir del Libro sino del mismo Cristo, y por eso a Él está sujeta en primera instancia por el Espíritu, el Libro es un fruto de ella en parte, pues Dios sopló a través de sus más eminentes miembros y líderes, los apóstoles, sus enseñanzas fundamentales, para comunidades y problemas concretos suyos aplicables a toda su historia, y a ella tocó discernirlas de entre otras muchas y así establecer el Libro como tal, por lo cual debe estar atenta y ceñida al máximo con ellas, pues responden a sus principales testigos, líderes y pastores, testigos personales del mismo Cristo, que inspirados por el Espíritu Santo dejaron constancia escrita de la verdad divina; pero además ella fue depósito único o fundamental para la casi totalidad de los cristianos de esas enseñanzas de Cristo y sus apóstoles por muchísimo tiempo, pues todo el lapso en que no existía ninguno de los escritos de los apóstoles, ni de los evangelistas sus discípulos, estas enseñanzas las mantenía la iglesia, y aún después que existían esos manuscritos sagrados a los cuales muy pocos tenían acceso, la verdad alcanzaba a las personas, era propagada, vivida y mantenida por la acción de la iglesia. Quiere decir que queda demostrado que es la iglesia el medio fundamental creado por Dios para llevar su verdad al mundo, el Libro es fruto de ella, en cierta medida, por voluntad de Dios, para que comprendamos que a ella le pertenece, y es usado por ella, leído e interpretado en comunión con ella, a la luz de sus enseñanzas, que el Espíritu nos da perteneciéndole a ella, que adquiere su pleno valor y podemos obtener de él el máximo.
Por esto la iglesia no es un grupo más creado en función de la Biblia, que gira en torno suyo, sujeto absolutamente a la letra, por lo cual en este absoluto nunca la comprenden debidamente, entre otras causas, sino que usándola como herramienta suya por el Espíritu, se auxilia de ella para su perfeccionamiento y para el cumplimiento de su misión evangelizadora para con el mundo.
Es por esto que es grave pecado combatir a la iglesia católica, y más aún usar las Escrituras para ello, siendo que nos han llegado hasta nosotros celosamente conservadas a través suyo, además de ser una muestra de ignorancia por ser este santo documento una prueba contundente en todas sus partes de la autenticidad y fundamentalidad divina de la iglesia católica.
Quiere decir esto también que no se evangeliza el mundo repartiendo Biblias a diestra y a siniestra sin más, sino que la población, o el barrio, o el país, debe ser alcanzado por una iglesia o varias según el territorio y la necesidad, donde las personas puedan iniciar y desarrollar su vida de fe y entonces sea así una bendición que todos puedan tener las Escrituras.
De igual forma es un error ese criterio y práctica que un día surgieron y hasta hoy subsisten, con mayor o menor conciencia en muchos grupos, de que el asunto consiste en darle las Escrituras a los que llegan a sus congregaciones, para que habitualmente la lean en sus casas como garantía de su salvación y crecimiento espiritual, para que después vayan a sus congregaciones al “resto”, a cumplir con reunirse como un mandato y celebrar su fe, al mismo tiempo que escuchan lo que se sabe son criterios personales del que los dice, con igual autoridad que lo que ellos entendieron personalmente en sus casas. Esto no es la iglesia de Cristo, no fue para eso que Jesucristo la preparó, la fundó y murió por ella, esto más bien se asemeja a las sinagogas judías, esto es más bien lo que no debe ser la iglesia, en lo que no debe convertirse, pues no es ni una escuela para enseñar las Escrituras, ni un motivo para simplemente reunirse, cantar y celebrar. Así sucede cuando no tiene importancia la iglesia como institución, ni se considera divinamente fundamentada, sino que lo único sagrado y divino son las Escrituras; pero como estas no fueron compiladas para ese trato, sino por la iglesia y para la iglesia, para tener un uso, un trato y un objetivo eclesial, sucede que son profanadas, desvirtuadas, haciéndose libres y falsas interpretaciones, que hacen surgir vanas contiendas, discordias, celos, malas sospechas, odios y por fin, como resultado de todo esto, nuevos y nuevos grupos llamados iglesias, que no comprenden si quiera lo tan antibíblico y anticristiano que son esas divisiones, desgarramientos y multiplicación de grupos.
Y es que no pueden detenerlo, pues el principio que originó este movimiento desde sus inicios subsiste, ya que viene siendo como su esencia misma, se insiste en la Biblia como en un absoluto, la han mistificado, la han deificado, convirtiéndola en algo irreal, pues como es la palabra de Dios se entiende por sí sola, todo el mundo está en igual capacidad de entender su mensaje al máximo, no se necesita de otros hombres que la hagan comprender, y así se niega la iglesia, la misma Biblia y hasta Dios mismo, se crea el caos que ha dado como resultado miles de estos grupos. Los que una vez se erigen como líderes de un grupo tratan de mantenerse haciendo valer más su autoridad, pero no pueden negar ese principio que subyace en todos, y por el que ellos mismos se han erigido, y al que invocan constantemente, pues todos creen tener la verdadera interpretación; por lo que en un plazo más corto que largo surgirá otro líder que “acabará” con los errores y traerá lo “verdadero”. Es que la iglesia no cuenta, la iglesia no tiene la verdad, sólo la Biblia, lo cual es además lógico en sus casos, pues ellos se saben recientemente surgidos, sin tradición ni fundamento apostólico en la historia, la iglesia es por tanto sólo un grupo de creyentes en torno a la Biblia, que tratarán de interpretarla y vivirla lo mejor que puedan, y así, como los hombres no tienen mucha importancia, da igual reunirse con unos que con otros, máxime si los últimos han logrado convencer a algunos de que tienen la verdad, mientras que en los otros ya se ha visto que no.
Es esta situación que surgió al cabo de muchos siglos, como el mismo Señor nuestro profetizó (Mateo 24:10-13), exacta y precisamente lo contrario de lo que Él siempre ha querido y llamado a ser su iglesia. La iglesia no puede ser jamás un montón de grupos aislados, divididos y contrapuestos, ni se diga que esto no importa porque es un cuerpo místico solamente, pues lo que no ha sido cuerpo nunca, mucho menos lo puede ser místico. Cuando la Biblia usa la palabra “cuerpo”, como otras para simbolizar la iglesia, es porque está queriendo decir o dar a entender, precisamente la perfectísima unidad que debe ser la iglesia en la diversidad; la organicidad y funcionabilidad como un todo que significa la iglesia, por eso es un cuerpo, porque no se concibe la iglesia de Cristo dividida, fragmentada, disgregada, porque lo que es así no es un cuerpo sino perfectamente lo contrario, más aún cuando se habla de un cuerpo místico se está hablando de una unidad que no es solo entre los hombres, sino que es una unidad entre estos y Cristo, una unidad mística porque es sobrenatural, del Espíritu, que lo une a ellos con Él y entre sí, una unidad espiritual imposible de quebrantar, semejante a la unidad entre el Padre y el Hijo por el Espíritu Santo(Juan 17:11-21); así de increíblemente grande, sobrenatural y divina es la unidad de la iglesia, así pues cuando se dice que la iglesia es un cuerpo místico, se está diciendo lo mismo que decir el cuerpo de Cristo, que es la expresión bíblica que con mucha más riqueza, espiritualidad y profundidad significa lo antes dicho, la iglesia, la única, unida entre sí y a Dios por el Espíritu hace dos mil años, no hay escape ni justificación, quién no pertenezca a ella no está en el cuerpo de Cristo(Efesios 4:4-6).
Queda también definitivamente demostrado que decir iglesia de Cristo es decir unidad, pues su Espíritu se la confiere (Efesios 4:3) y solo los que no lo tienen rompen con ella (Judas 19), tanto es así que hasta para nacer la iglesia requirió de una gran unidad, que por obra del Espíritu se gestó de forma muy temporal pero eficaz para hacer posible la gran manifestación de Pentecostés. Los discípulos comenzaron a orar con gran unidad, que llegó a un grado de compenetración y agrado al Señor muy grande ese día del glorioso derramamiento que gestó el surgimiento de la iglesia (Hechos 2:1). Si para poder nacer la iglesia necesitó gran unidad, cuanta más unidad será la iglesia misma, cuanto más con el poder del Espíritu que sella y consolida esa embrionaria unidad, que fue necesaria y a la vez muestra de lo que sería la unidad de la iglesia para siempre.
Pero es que además, dada la importancia de este tema, es conveniente dejar muestra de otros términos y enseñanzas que la Biblia refiere para la comprensión de lo que es la iglesia.
Es de destacar por la vital importancia que tiene, que el pueblo de Israel con toda su historia y sucesos sagrados es la principal figura o prototipo de la iglesia; es el primero el pueblo de Dios de la antigua y primera alianza de Dios con los hombres, mientras es la segunda el pueblo de la nueva y definitiva alianza; está llamada por tanto a ser muy superior en todos los órdenes espirituales a su predecesor, siendo así que si este, fundado por Dios de doce hombres, que representando doce tribus unidas por lazos carnales, formaban el todo unido que significa un pueblo, más aún la iglesia formada de doce hombres representa un pueblo unido por lazos más elevados, lazos espirituales.
El pueblo de Israel fue también testigo de períodos de grandes y graves crisis, en las que no solo Dios mostró su justicia sino más aún su misericordia y fidelidad que nunca se acortaron, por lo que no faltaron los más grandes y poderosos profetas que en medio de estas situaciones fueron los precisos instrumentos de Dios, para renovar la fe del pueblo, lo cual muchas veces no tuvo todo el éxito pero mostró el amor siempre fiel del Dios nuestro, que tanto más ha sobreabundado con su iglesia, que igualmente ha pasado por aquellas tormentas que azotaban aquella barca en el lago de Galilea, y en las que Jesús enseñó a sus apóstoles y especialmente a Pedro (Mateo 14:22-32), como hoy a sus sucesores, que en la confianza plena en Él está la victoria sobre las más enrarecidas turbulencias. Sin embargo, la verdad es que muchas de estas turbulencias le han enrarecido el panorama a la iglesia producto de sus propios pecados, de múltiples, graves y constantes pecados de considerable parte de sus miembros, y aún de sus líderes, pero como antaño sucedió con el pueblo de Israel, Dios no se quedó sin testigos, y levantó los más grandes, que sirvieran con sus palabras pero sobre todo con sus ejemplos, de motivo de arrepentimiento y renovación para la iglesia y para el mundo en general.
Es esta sin embargo una gran enseñanza que Dios le da a los hombres, pues siendo infinitamente santo y justo es también muy grande en misericordia y fidelidad, y no se apresura en desechar a los hombres y mucho menos incumple con sus promesas y su verdad, mientras que estos llenos de intolerancia, soberbia y dureza no vacilan en hacer leña del árbol caído, y así hacen juicios despiadados sin respeto por tantas cosas sagradas, impetuosos e irreverentes. Así muchos se hicieron de su propio camino, como también los samaritanos escogieron el suyo apartándose del pueblo de Israel, creando su propia religión, construyendo su propio templo, y adaptando las Escrituras en extensión y en interpretación a sus nuevas concepciones; sin embargo Jesús fue impecable en este sentido con la mujer samaritana, afirmándole en los mismos términos que a alguien perteneciente a un pueblo pagano, “vosotros adoráis lo que no sabéis, nosotros adoramos lo que sabemos porque la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22). Esto adquiere más significación cuando vemos que en el mismo pasaje y en todo su mensaje, Jesús más que reafirmar la religión judía se presentaba como iniciador de un nuevo Camino, que no negaba la esencia del sistema precedente, pero sí basándose en esta lleva la revelación hasta lo perfecto y definitorio; sin embargo es en este único pasaje donde Jesús, ante la contraposición e inconsciente presunción (versículo 20) de esta mujer, perteneciente a una falsa religión, rival además de la que había sido hasta entonces la única y verdadera, que categóricamente le muestra que fue el judaísmo la verdad de Dios hasta Su llegada (versículo 23).
No obstante Jesús nos dejó bien trazado el camino a seguir ante estos casos, una actitud firme en la verdad de Dios que no hace concesiones, como fue siempre Él en todo, pero llena al mismo tiempo de misericordia, comprensión, amor y valentía para superar todos los prejuicios y obstáculos que se ponen los hombres entre sí, una actitud reconciliadora, superior, que mira al hombre o a la mujer más allá de sus creencias y criterios, y que con un amor solícito que se muestra con hechos y sacrificios, busca llevarles la verdad de Dios según también la solicitud mostrada.
Es obvio entonces que no le es dado al hombre apartarse por su propia voluntad y libre albedrío, de aquellos a los que Dios desde un inicio confió la sagrada misión de ser portadores de su verdad, no valen argumentos de aparente celo de Dios, de que se cometen pecados o de que se han hecho cambios, pues si lo que Dios mismo fundó es susceptible de cometer graves pecados cuanto más lo que funda el hombre; está comprobado, Samaria pasó de capital del reino de Israel a ser un pueblo pagano, los pecados de que tanto acusan algunos a la iglesia no han hecho ellos sino multiplicarlos con sus divisiones, desgarramientos, disputas y otras muchas cosas; y si a cambios estructurales se refieren o complementaciones doctrinales, sépase que lo que Dios crea o funda lo crea con vida y autonomía propias, nunca estático, con capacidad de desarrollo, madurez y organización; por eso los samaritanos no estando a tono con la obra que Dios hacía, y con herencia de los israelitas del norte que ya habían perdido gracia por el cisma, no aceptaban toda la nueva estructura y organización que el pueblo de Israel ganó con la gestión de David, quien centralizó la vida política, económica y religiosa de Israel en Jerusalén; y respecto a la doctrina, de igual forma se debe comprender que la revelación de Dios es progresiva en el tiempo, a través de ese mismo pueblo que Él fundó con la misión de llevar su palabra al mundo, por la cual es necesario e imprescindible estar en el pueblo para seguir el hilo del Espíritu de Dios, y no negar lo nuevo que Él dice, cuando era el caso del pueblo de Israel, o lo nuevo que aunque estaba ahí, se descubre o se profundiza, se realza o se establece en un momento determinado, en el caso de la iglesia.
Ahora bien, si cierto es que el antiguo Israel fue figura de la iglesia, esta es una mayor referencia para el reino de Dios, ella viene a ser como la antesala del mismo, su preámbulo, su primera parte o fase, por tanto está llamada en todo momento a recordarlo, a hacerlo presente, lo más cercano posible, y tanto es así, que cuando Jesús habla de él en las parábolas, sorprende que no se detiene nunca a descubrir el velo del misterio que significan los detalles y las características de ese reino, que es centro de su mensaje, sino que nos apunta siempre a que comprendamos su esencia por medio de lo que debe ser su apertura, la iglesia. Si comprendemos que cuando se dice reino de Dios se equivale a decir el estado de Dios, el gobierno de Dios o el dominio de Dios, es obvio que no cabría compararlo, asemejarlo o prefigurarlo con una iglesia dividida o menos aún con grupos aislados; nada hay más parecido a ese reino que esa única iglesia, cuya organización incipientemente formada por el mismo Jesús, y que se iría desarrollando paso a paso acentuadamente, como el enseño en la conocida parábola de la semilla de mostaza, en la que el árbol, como la iglesia, va creciendo y ganando en desarrollo, fuerza y madurez, es la más parecida a la de un reino o estado, donde hay una cabeza visible, rectora, líder, otros cercanos a este que le auxilian en el gobierno, y así hasta llegar a la gran masa, que le sigue con fe en su elección por Dios para dirigir sus destinos.
Es así que es increíble ver como se ha cumplido certera y maravillosamente la parábola y su enseñanza, pues hemos podido ver como de esa semilla, que fue la muerte de nuestro Señor, ha brotado un gran árbol que se ha ido fortaleciendo poco a poco, que es la iglesia; y además como el árbol viene a ser una figura perfecta de la unidad de la iglesia en su universalidad y diversidad, pues así como el árbol a partir de un tronco común se extiende por una gran área a través de sus ramas, de diferente forma, la iglesia se ha extendido por el mundo, y está llamada a hacerlo permanentemente, a través de sus distintos carismas y formas de servicio a Dios y al prójimo, a partir del tronco común de Roma. Toda esta fortaleza y organización en unidad que ha ganado la iglesia tenía que ser, porque tiene que asemejarse lo más a lo que está llamada a representar, el reino de Dios, por lo que en esta dirección y en pro de ese objetivo, según nos enseña la parábola, tenía que llegar a lo que es hoy, una iglesia que tiene un estado central, independiente a todos los demás en el mundo, presidido por un jefe soberano, quien desde allí la gobierna junto a sus consejeros y auxiliares, una iglesia que es como un gran reino distribuido por todo el mundo, como una sociedad diferente a las otras del mundo pero metida y haciendo su labor dentro de él, como la levadura en la masa, realidad que también contempla esa otra parábola de Jesús, solo así, con esta estructura de organización, orden, autoridad, unidad y estabilidad a la que el Espíritu a llevado a la iglesia, se puede asemejar esta a lo que va ser el reino de Dios en su plenitud, prototipo de unidad, estabilidad, orden y toda virtud de un gobierno, de una sociedad, de un reino; solo así, y nunca como un montón de grupos aislados y contrapuestos, cualquiera que pertenezca a la iglesia, y aún los que desde el mundo la escuchen con respeto, podrán tener una idea más exacta de lo que será ese reino de Dios como tal que ella predica.
Por esto el cimero lugar que ocupó en Jesús la organización de su iglesia, basada en la jerarquía del servicio, opuesta absolutamente en sus principios a la del mundo, en anuncio a la que regirá definitivamente en su reino, pero que demuestra que era asunto primordial en Él dejar establecidas las bases del orden, la organización y la unidad; por lo cual desde los comienzos dejó ver claramente su determinación de escoger, preparar y responsabilizar de entre todas las multitudes de seguidores a doce discípulos, para que fueran los fundamentos de su iglesia, los primeros líderes que trasmitirían a sus sucesores la responsabilidad sobre el rebaño(Hechos 20:28), que de manera especial recaería sobre el que hizo principal de ellos, Pedro. Uno de ellos traicionó vilmente a su Maestro, y el mismo líder le negó cobardemente, para que quedara para la posteridad que los pecados de su iglesia, aún de los principales o del mismo cabeza de todos, no detienen la obra de Dios ni impiden su misericordia; de manera que Jesús le profetizó su pecado a Pedro y conjuntamente su restauración y responsabilidad espiritual sobre sus condiscípulos(Lucas 22:31-32), que le confirmó después solemnemente la misma cantidad de veces que le negó(Juan 21:15-17).
Es esta supremacía de Pedro y sus sucesores en el gobierno de la iglesia, ricamente fundamentada en los evangelios, pues no solo lo vemos encabezando siempre la lista de los apóstoles, aunque él no fue el primero en ser llamado (Mateo 10:2-4; Marcos 3:14-19; Lucas 6:13-16), sino en todos los diálogos más importantes del Señor con sus discípulos, como en todos aquellos eventos donde solo los tres más íntimos podían participar. Además, en el evangelio de Mateo tenemos la cita principal, donde Jesús en primer lugar le muestra a Pedro el porqué le ha puesto este nombre de gran significado profético para él y para la iglesia. El nombre Cefas que en arameo quiere decir “piedra” nos revela el papel que Dios le dio a jugar; en el texto en griego, una lengua mucho más rica, se observa mejor lo que el Señor quiso decir, pues al mismo tiempo que se llama “petros”, es decir Pedro, por ser necesario usar la palabra piedra en género masculino para nombrar a un varón, seguidamente se usa la palabra “petra” para dar a conocer que esta piedra no es una piedra cualquiera, sino una gran piedra capaz de ser fundamento de una gran iglesia; de igual forma en Juan 21:15-17, el otro texto decisivo en este sentido, nuestro Señor encargó a Pedro la responsabilidad sobre su iglesia, que comienza por ser una responsabilidad doctrinal; en este texto de profundo significado y trascendencia única, el Señor ante su inminente ascensión al Cielo, no deja lo que por tanto ha hecho a la deriva, sino que después de un largo recorrido que ha llegado a su final, y en el que durante todo el camino ha preparado este momento, le deja a Pedro su lugar, le deja la increíble responsabilidad de suplantarlo en el gobierno y adoctrinamiento de su iglesia, le transfiere su poder y autoridad como jefe de su rebaño y le hace el pastor supremo del mismo diciéndole “apacienta mis ovejas”, dale tú la palabra a mis fieles, a todos, comunícales tu ahora la verdad, dales después de mi partida el alimento que los mantenga fieles a Mí, discípulos míos; por esto el Señor lo nombró “piedra”, puesto que lo mismo que por revelación pudo reconocerle y declarar toda su dignidad, como nos muestra el pasaje antes citado de Mateo 16:16-19, así por revelación le tocará también manifestar la doctrina básica de la iglesia, como se puede ver en sus mensajes de los primeros capítulos del libro de Hechos de los apóstoles, como reconoció también Pablo (Gálatas 1:18; 2:1-10), y como muy clara y significativamente se puede ver en el primer concilio de la iglesia, el concilio de Jerusalén (15:7-11), doctrina que después fue amplia y sabiamente argumentada y desarrollada por el apóstol Pablo, que hará de los que la crean verdaderos hijos de Dios, discípulos de Cristo, miembros de su iglesia y herederos por tanto de tan grande salvación, imposibles así de ir a condenación, puesto que “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Pero además sobre su ministerio y hasta sobre su muerte es que la iglesia se erigirá con fuerza, con unidad, con universalidad y alcanzará lo que está llamada a ser. Esto habla de la firme e insoslayable elección que Dios le hiciera para ser el príncipe de los apóstoles, y del principio divino del orden, la organización y la unidad basada en la jerarquía del servicio.
En conclusión, he aquí porqué la firme disposición del Señor en todo momento de escoger un principal, he aquí los benditos resultados y consecuencias, pues habiendo una máxima autoridad, posibilitará por el Espíritu que todos se nucleen alrededor suyo, y que él sea así, por la autoridad que le ha sido concedida, un poderoso factor de unidad, orden, organización y universalidad, y la iglesia católica sea así el signo que nuestro Señor quiere en medio de este mundo (Juan 17:21-23), y muestre que es la única y verdadera iglesia de Cristo.

Residencia del autor: Juan David Martínez Pérez.
Lawton # 1560 apto. 9 e/ Vista alegre y Acosta, Lawton, Ciudad Habana, Cuba.
Teléfono: 698-2013
Editor promotor: Jorge Francisco Faife Nazco
Residencia, San francisco # 121 e/ San Lázaro y Buenaventura, Lawton,
Ciudad Habana, Cuba.
Teléfono: 698-0247, 699-4546
www.dicernimientohumano.blogspot.com
Faifenazco.discernimiento.jorg@gmail.com

1 comentario:

Unknown dijo...

totalmente importate y correcto el articulo, fundamentado en la verdad de la ciencia de la iglesia, de la unidad y del propio testimonio de Cristo nuestro Señor que por su voluntad ha querido dejarnos una familia organizada y fundamentada en los apostoles, su articulo trasmite de forma magistral el significado de Iglesia de Cristo. desde hora lo tengo como referencia; Dios lo bendiga y la paz del Señor este con usted y los suyos.