martes, 20 de julio de 2010

LA IGLESIA CATÓLICA Y EL MOVIMIENTO CARISMÁTICO

LA IGLESIA CATÓLICA Y EL MOVIMIENTO CARISMÁTICO.

La iglesia católica, iglesia universal, iglesia de Jesucristo, nació carismática, es carismática por esencia, lo es per se, por antonomasia, por definición. Pero ¿Por qué?, puesto que fue el glorioso derramamiento del Espíritu Santo en aquel Pentecostés el que la hizo ser, el que marcó su nacimiento, el que le dio comienzo a su existencia, señalándose así que sería para siempre su alma, su esencia, su vida, sin el cual simplemente no hubiera podido existir, no hubiera podido llevar estos dos mil años en la tierra, pasando por encima de tantos enemigos y dificultades de todo tipo, venciendo toda oposición, siguiendo adelante en el cumplimento de su misión, llevando el evangelio hasta el último rincón del mundo, haciéndose presente en todo lugar de la humanidad, por lo cual se manifestaron esas lenguas aquel día, esa proliferación de idiomas, dando un anuncio el Espíritu, de que la iglesia es para todos los pueblos, es universal, para toda raza, lengua y nación.
Por esto el libro de Hechos de los apóstoles es probablemente el más carismático de toda la Biblia, donde más se nos hace ver marcada y continuamente la presencia y obra del Espíritu en todo momento, guiando y fortaleciendo su iglesia, puesto que es el libro de su nacimiento y primeros tiempos, para que le quede la certeza y el testimonio para el resto de sus días, de todas las diversas formas con que el Espíritu siempre la sustentará. De este libro en específico, apoyado en todos los demás del Nuevo Testamento, extraeremos toda la múltiple obra con que el Espíritu asiste a la iglesia.
En primer lugar es el Espíritu Santo el que le da ese impulso misionero a la iglesia, es el que da ese amor a las almas, ese celo por salvarlas, arrancándolas del pecado, ese valor y sabiduría extraordinarias para testificar con poder ante cualquier situación, ganando a muchos para Cristo; esto fue lo primero que hicieron Pedro y los demás apóstoles en seguida que recibieron la plenitud del Espíritu, predicar a todos esos israelitas que antes habían negado y matado a Nuestro Señor, que Jesús es el Mesías, y que en El está la salvación y el cumplimiento de todas las profecías y promesas que ellos estaban esperando; por eso sabemos que la iglesia también es misionera por definición, y hombres como San Pablo, San Francisco Javier, Juan Pablo II, y mujeres como Madre Teresa de Calcuta, Santa Teresita del Niño Jesús y otros muchos y muchas titanes de la misión en la historia de la iglesia, fueron hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo.
Ahora bien, es tan decisiva la influencia y presencia del Espíritu en la iglesia, que ni siquiera esta obra misionera tan propia y vital para ella, la realiza de cualquier forma, sino que el Espíritu la dirige continuamente a través de sus líderes, conforme al plan y orden de Dios, puesto que el Espíritu nunca es fuente de anarquía, de desorden, ni desobediencia dentro de la iglesia, sino todo lo contrario, la conduce siempre, desde sus cosas más sagradas, conforme al orden y al plan de Dios, confirmando la autoridad y jerarquía establecida en la iglesia. Así vemos a Pedro y los demás apóstoles enfrascados en los primeros años en la evangelización de Israel, por cuanto ellos eran los primeros herederos de las promesas de Dios(Hechos 3:25-26), y a ellos correspondía primero que nadie recibir la palabra del evangelio, y la oportunidad de alcanzar la salvación de Cristo en su iglesia; por lo que enrolados en esta lucha sufrían persecución y maltratos de los líderes religiosos del pueblo de Israel, pero el Espíritu, tal y como el Señor se los prometió, les daba el valor y la sabiduría para enfrentarlos, al punto que eran el asombro de estos, que no pudieron frenarlos, sino que aumentaba el número de los que se convertían de entre el pueblo, y aún muchos sacerdotes aceptaban el mensaje (Hechos 6:7).
Por esto el evangelio pasó seguidamente a Samaria, los hermanos herejes de los israelitas, y después por medio de San Pedro, y solo por él, cabeza visible de la iglesia, dio el paso trascendental y necesario de llevarlo a los no judíos, solemnemente a través de Cornelio(Hechos 10), para que después en el concilio de Jerusalén, el príncipe de los apóstoles, basado en esta experiencia, estableciera doctrinalmente por el Espíritu, de manera decisiva, la verdad de que todos, tanto judíos como no judíos, somos salvos por la gracia de Nuestro Señor(Hechos 15:7-11), confirmándose a su vez que esta es otra muy importantísima obra del Espíritu en la iglesia, aclarar, argumentar y confirmarla en la recta y santa doctrina, como fue prometido por el Señor(Juan 16:12-13), y como ha tenido que hacer a través de los siglos, aclarando conceptos y estableciendo dogmas, que no es nada que ella invente, sino la asistencia que se le prometió del Espíritu para penetrar, profundizar y esclarecer al máximo la verdad revelada.
Después el Espíritu Santo que iría introduciendo cada vez más a la iglesia en el mundo no judío, por designio de Dios, llevaría el mensaje en la persona de San Pablo principalmente, por Asia menor, Grecia, hasta llegar a Roma, donde ya había una iglesia regida por San Pedro (1 Pedro 5:13), y desde donde la iglesia debía llevar el evangelio por el Espíritu al mundo entero.
Así pues, de igual forma que en el libro de los Hechos se ve el itinerario misionero de la iglesia por el Espíritu, desde Jerusalén hasta Roma, se observa fomentando una unidad y compartición de bienes en el amor, sobrenatural. Desde los mismos comienzos se percibe un insólito y radical amor no visto nunca antes en la historia, que llevaba a los creyentes a compartir todo lo que tenían y a estar muy unidos, de modo que cuando Ananías y Safira pensaron hacer trampas a los apóstoles, el Espíritu se lo reveló a Pedro, y este le dijo a Ananías que no había intentado engañar a los hombres sino al Espíritu Santo, ¿Por qué?, porque es Él el autor del amor y de todo ese sistema de vida comunitario que estaban llevando a cabo por él; y a Safira dijo ¿Por qué se han puesto de acuerdo en tentar al Espíritu del Señor?, porque lo que hicieron con su intento de engaño fue probar si en realidad el Espíritu estaba dirigiéndolo todo, por eso el correctivo fue tan drástico, porque fue una ofensa al Espíritu Santo Dios que estaba detrás de todo; de esta forma lo que hizo fue incrementarse la autoridad de los apóstoles, dado que el Espíritu actuó convenientemente por el líder; toda la iglesia y gran parte del pueblo comprendió que esto era una obra muy seria de Dios, y que los apóstoles eran sus ministros, a los que no se ha de intentar engañar ni desobedecer, sino sometérseles en todo(Hechos 5 :11-16), mostrándose que el Espíritu nunca atenta contra la autoridad de la iglesia sino que la confirma en su jerarquía.
Por esto también entendemos porque la iglesia a diferencia de todas las demás religiones y credos, que tienden a encerrarse en sus cultos, en una vida cultual, ha sido promotora a través de su historia de tan intensa vida de caridad, creándose continuamente instituciones de este tipo, de todo orden, hospitales, asilos, orfanatos, escuelas, y otras variantes; porque la forja del Espíritu Santo ha estado detrás en una obra que le es propia desde los comienzos de su existencia.
También el libro de los Hechos reiteradamente nos muestra la gloria del Espíritu fortaleciendo a su iglesia ante tan encarnizada persecución religiosa y política; es un signo sobrenatural la forma en que los apóstoles y líderes en general de la iglesia se crecieron, avanzaron y prevalecieron ante tantos maltratos, amenazas, martirios, y se impusieron al sistema judío que finalmente quedó devastado, al paganismo idolátrico greco-romano que finalmente desapareció, y al imperio romano que sus seguidores lograron sepultar. A base de un amor, valor, poder y sabiduría del Espíritu que sus oponentes no podían resistir(Hechos 6:10), los cristianos mostraron la superioridad y carácter divino de su fe, que junto a las oportunas intervenciones del Señor, reconociendo su fidelidad[la conversión de Saulo y la muerte de Herodes, que mató a Santiago e intentó hacerlo a San Pedro(Hechos 12)], hizo que a pesar de todo fueran de victoria en victoria; así hoy la iglesia ante tanta oposición, calumnias y desmanes de las sectas, los judíos según la carne de hoy en día(Apocalipsis 3:9), del secularismo, el principal paganismo de hoy, y de gobiernos e imperios hostiles, está experimentando una progresiva renovación del Espíritu que ha venido dándole significativas victorias ante sus adversarios(conversiones de figuras prominentes del protestantismo, caída del sistema marxista).
Queda pues más que demostrado que el Espíritu vive, guía y pertenece a la iglesia en este mundo, porque como dijo el Señor, el mundo no lo puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce, pero mora con la iglesia y está en la iglesia(Juan 14:17). De esta forma entendemos que a la iglesia ha sido dado administrar y canalizar el Espíritu a través de sus sacramentos, instituidos todos para que Él haga eficaz en los fieles por la fe, lo que ellos quieren comunicar, pero de forma particular el bautismo y la confirmación fueron instituidos para comunicar la presencia del Espíritu, pues como nos enseña 1 Corintios 12:13, en el bautismo somos incorporados por el Espíritu en el cuerpo de Cristo, nacemos de nuevo(Juan 3:5-6), somos hechos por tanto hijos de Dios; por eso se nos invoca la fórmula trinitaria Padre, Hijo y Espíritu Santo cuando lo recibimos(Mateo 28:19), porque las tres personas se involucran y participan en él, el Padre nos engendra como hijos, el Hijo nos salva perdonándonos nuestros pecados(Hechos 2:38; 1 Pedro 3:21) y el Espíritu Santo viene a morar a nosotros, haciéndonos templo del Dios vivo, siendo el sello y la prenda para nuestra salvación(Efesios 1:13; 2 Corintios 5:5), que podemos perder si no colaboramos con Él haciendo morir las obras de la carne(Romanos 8:12-13; Gálatas 5: 16-18; 6:7-8).
Así mismo, tenemos igualmente la confirmación como se ha quedado en llamar en la iglesia de nuestros días, que es la comunicación del Espíritu de la misma forma que los apóstoles lo recibieron en Pentecostés, porque Dios gusta de dar su Espíritu abundantemente (Juan 3:34). En el bautismo el Espíritu viene a nosotros relacionado con la conversión, con la incorporación al cuerpo de Cristo, con nuestro engendramiento como hijos de Dios, con nuestra salvación, aquí viene en una gracia extra de la superabundante gracia de Dios, para capacitarnos como siervos suyos, para hacernos eficaces y útiles para su iglesia, por eso aquí está relacionado con los dones y ministerios en función de la edificación del cuerpo de Cristo (1 Corintios 14:12). Por lo cual, por ser así este sacramento, que en la iglesia primitiva se llamaba simplemente “imposición de manos”, de más peso, responsabilidad y envergadura para los cristianos, y que requiere por tanto de más autoridad y poder, lo impartían solamente los apóstoles, y hoy lo hacen sus sucesores los obispos, nunca lo hizo cualquier creyente, ni siquiera cualquier ministro; por eso vemos en Hechos capítulo 8, cuando Felipe lleva el evangelio a Samaria, que bautizaba pero no imponía las manos, sino que llamados los apóstoles Pedro y Juan fueron quienes se lo aplicaban a los creyentes; por lo que si Felipe, hombre lleno del Espíritu Santo, escogido para ser de los primeros siete diáconos y evangelista además(Hechos 6:5; 21:8) no tenía tal autoridad, no entendemos como hoy en congregaciones llamadas carismáticas, fuera de la iglesia católica, cualquiera impone las manos, y cualquiera dice hacer descender el Espíritu Santo sobre personas y hasta sobre multitudes, y todos dicen recibirlo con manifestaciones extrañas que no corresponden a la práctica cristiana, y por eso no están en la Biblia, sino a prácticas paganas, como contorsiones, gritos, histeria, caídas, desorden, frenesí, repetición de monosílabos que nada tienen que ver con el don de lenguas o idiomas que produce el Espíritu, y cosas como estas que lejos de edificar, escandalizan aún a los que no son cristianos.
Solo podemos entender esto por la creencia y prácticas de doctrinas heréticas en estos lugares, que llevan a personas, algunas de ellas desequilibradas, a confundir estas manifestaciones grotescas con la preciosa obra del Espíritu, lo cual ya había sido advertido por el apóstol a los corintios, cuando en incipientes y mínimas demostraciones de desorden, nada comparado con esto, les declara que la obra del Espíritu no era igual ni podía confundirse con sus antiguas prácticas paganas(1 Corintios 12:2-3), que el Espíritu Santo tiene principios muy claros de orden, edificación y gloria para Dios que son ajenos al frenesí del paganismo.
Queda pues al movimiento de renovación carismática católico no dejarse influenciar por estos errores, pues como dijo el apóstol, no reciban otro Jesús del que le han predicado, ni otro espíritu del que han recibido, ni otro evangelio del que han aceptado(2 Corintios 11:4), pues como claramente aquí nos explica, según la enseñanza, la doctrina, es el espíritu, nadie puede recibir el Espíritu Santo con doctrinas heréticas, solamente afianzándose en la doctrina apostólica entregada a la iglesia y conservada fielmente por ella, se puede ser lleno del Espíritu Santo, avivando en sus celebraciones, con la búsqueda sincera en la oración y la palabra de Dios, la gracia ya recibida en el bautismo y la confirmación, para que no les pase lo que aquellos, que creyéndose carismáticos, arrojadores de demonios y hacedores de muchos milagros, no eran sino falsos profetas, y el Señor les dirá, “nunca os conocí, apartaos de mí hacedores de maldad” (Mateo 7:15-23).
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