martes, 20 de julio de 2010

LA IGLESIA DE jESUCRISTO Y OTRAS iGLECIAS.

LA IGLESIA DE JESUCRISTO Y OTRAS IGLESIAS

A través de las Sagradas Escrituras podemos constatar, que la iglesia, la verdadera iglesia, responde a una realidad mucho más trascendente y divina de lo que comúnmente se advierte; no se trata de una institución más o menos venerable por su tiempo y experiencia, ni siquiera es simplemente el nuevo pueblo de Dios; la iglesia de Jesucristo es la realización suprema del amor entrañable de su Corazón (Efesios 5:25-27; 29-30, 32), la manifestación concreta de su obra salvífica en la tierra; es por esto que en más de una ocasión hay expresiones muy posesivas respecto del Señor para con la iglesia, verificándose una identidad y una pertenencia absoluta.
De aquí entendemos porque el Señor le dijo a Pedro “sobre ti fundaré mi iglesia” y no dijo “la iglesia” o “una iglesia”, expresiones que eran perfectamente posibles y hasta más probables desde un punto de vista humano, sino que quiso usar la expresión fuerte, posesiva, exclusiva y determinante de “mi iglesia”, para dejar claro que es la iglesia de su Corazón, de su amor entrañable, su querida y amada esposa, sacada de su costado abierto, de las entrañas de su misericordia, para dejar claro también que vendrán otras, lo cual está fuertemente insinuado, dado que este texto es profético por excelencia, surgirán otras muchas iglesias, pero solo esta será Su iglesia, la que el establece sobre el apóstol Pedro, la que también es su Cuerpo, su Templo, la que tiene sus promesas y su autoridad.
Este sentido de posesión y de pertenencia se puede ver en otros textos, y aún en algunos en sentido inverso, por ejemplo en Mateo 7:15-23, el Señor profetiza que en el día del juicio, muchos asombrados le dirán que hicieron muchos milagros e hicieron muchas cosas en su nombre, pero El les dirá “nunca os conocí”, expresión que equivale a “ustedes nunca fueron míos”, pues cuando en la Escritura se habla del “conocer” de Dios para con el hombre, es como decir que los reconoce como de los suyos o en caso contrario que no los reconoce(Juan 10:14-16, 26-27; 2 Timoteo 2:19; Mateo 25:12). Pero, ¿cómo es posible que esto suceda?, el Señor nos da la explicación en el mismo texto cuando nos dice, “cuídense de los falsos profetas”, de los falsos enviados y mensajeros de Dios, autoproclamados ellos mismos. No se trata de mi parecer, mis gustos o mis caprichos, se trata de obedecer, de someterse a lo que el Señor ha establecido, haciendo así Su voluntad y no la mía, no diciendo solo Señor, Señor, sino haciendo lo que Él ha mandado; claramente en este texto se trata de aquellos que fundando sus propias iglesias y arrastrando a muchos tras ellas, han creído tener todo el apoyo del Señor en sus empresas, pero el Señor les llama falsos profetas, falsos enviados de Dios, que son malhechores, primero que nada por darle la espalda y traicionar a Su iglesia, escogiendo su propio camino; porque en cuestiones de la iglesia y la salvación de los hombres, Dios ha hecho y provisto todo lo necesario con la muerte y resurrección de su Hijo, y la fundación de su iglesia seguidamente, desde las entrañas de su Ser, conforme a su plan, y nadie puede querer sustituir esto por sus propias iniciativas, pues esto no es empresa ni negocio de hombres, solo Él murió, solo Él resucitó, solo Él fundó la iglesia que durante tres años preparó en sus principales líderes, los apóstoles, para que fuera su prolongación en la historia, presencia suya en la tierra, instrumento eficaz de su salvación.
En consecuencia con esto, vemos en el libro de Hechos de los apóstoles, libro de los orígenes de la iglesia, ejemplo y muestra a su vez de lo que ella es y debe ser siempre, en lo fundamental, como también en las mismas epístolas apostólicas, una serie de principios y señales decisivas, constitutivas de la misma naturaleza de la iglesia, que siempre deben acompañarle y le acompañaran.

La iglesia es una sociedad visible y concreta, es el reino de Dios en la tierra, es el reino de Dios en medio de un mundo que se le opone, le hace la guerra, y quiere destruirla por todos los medios posibles, como hizo a su Fundador; esto traerá una serie de circunstancias que conspirarán contra su integridad física y espiritual, que fueron predichas por Él mismo, pero ante las cuales no obstante saldrá victoriosa (Mateo 16:18), en ella habrá cizaña y habrá trigo, pescados buenos y malos, semilla que de fruto y que no lo dé (Mateo 13: 18-30; 36-50), pues así ha querido el Señor comience su reino, con la realidad del mal presente, dado que solo así se verá claramente la superioridad del bien, como enseña la parábola del trigo y la cizaña, y como Él mismo dio ejemplo, viniendo de la gloria e infinita santidad de Dios, a vivir, sufrir y morir a este mundo de maldad, pero que fue como la venció, así como a su gestor principal , el diablo; y así la iglesia seguirá adelante hasta el fin, porque cuenta con Su presencia(Mateo 28:20), siendo una sociedad jerárquica, con un pastor supremo que ha de enseñar a los demás pastores(ovejas) y a todos los demás fieles(corderos)(Juan 20:15-17), asistido a su vez por estos mismos pastores en plena comunión con él, en el gobierno y adoctrinamiento de esta; así se puede ver sobre todo en los primeros quince capítulos del libro de los Hechos, especialmente en el capítulo 9 versículos 31 y 32, donde vemos una iglesia unida en todas sus iglesias locales, en las distintas regiones, por el Espíritu Santo, y a Pedro, como pastor supremo, visitándola y confirmándola en todos sus lugares como le encargó el Señor(Lucas 22:31-32), y como hoy hacen sus sucesores; lo vemos también dando la enseñanza oportuna, puntual y decisiva, por el Espíritu Santo(Hechos 15-28), como también hacen hoy sus sucesores, en el concilio de Jerusalén, primer concilio de la iglesia, en situación bastante conflictiva(Hechos 15:5-12). Esto nos enseña además el énfasis primordial que los apóstoles hacían en la unidad doctrinal, y por ende de perfecta comunión en toda la iglesia, fustigando fuertemente todo intento de sectarismo y división de cualquier índole(Romanos 16:17-20; 1Corintios 1:10-13); Tito 3:10; Gálatas 5:20; Judas 19), así entendemos que el que rompe con la unidad y se separa de la iglesia nunca está movido por el Espíritu de Dios, sino que es una obra de la carne, de la naturaleza humana caída, pecaminosa, detrás de la cual está Satanás, cuyo germen maligno permanecerá en ellos, causando nuevas y nuevas divisiones; solo la iglesia de Jesucristo puede permanecer unida por el Espíritu(Efesios 4:2-5; Juan 17:11-12; 21-23), como desde sus inicios se observa en el libro de los Hechos de los apóstoles y en sus epístolas, a lo largo y ancho de todo el mundo, con una misma fe, doctrina y obediencia de todos los fieles a su supremo pastor, el Papa; por eso solo ella puede ser el nuevo pueblo de Dios, el reino de Dios, y por tanto la sociedad visible y concreta de Dios en la tierra, no la absurda y disparatada idea protestante de una iglesia de Jesucristo abstracta, donde sus miembros no profesan la misma fe, pertenecen a grupos distintos, con doctrinas diferentes, muchas veces contrapuestas, donde nunca hay una verdadera comunión por tanto, y donde solo los une su enemistad y muchas veces odio a la iglesia católica. Por esto solo en la iglesia católica podemos ver esa estera de millares y millares de santos y mártires, que desde los comienzos de su historia, desde los tiempos apostólicos, pasando por el tiempo de las persecuciones bajo el imperio romano y hasta nuestros días, muestran la continuidad de la única iglesia de Cristo; especialmente los santos canonizados por la iglesia, no pocos de ellos mártires también, son como nuevos cristos en su tiempo y en su realidad, que muestran no solo que Cristo murió, resucitó y fundó esta iglesia sino que vive presente en ella(Apocalipsis 1:12-13), dando ellos así testimonio ante el mundo de que pertenecen a ese reino de Cristo, en el que unidos a Él han vivido una vida sobrenatural, casi divina, dado que han estado llenos de gracia y del Espíritu Santo de Dios, con quién han colaborado para la santificación plena de sus vidas, dando los frutos que Dios espera para su gloria(Juan 15-8); esto no se observa en lo absoluto fuera de la iglesia católica, sino que solo excepcionalmente, según la misericordia infinita de nuestro Dios, ha habido algunas pocas vidas notables que no llegan nunca a la perfección y dignidad de las vidas ejemplares católicas.

Por otra parte, otra gran muestra de la tan plena identidad de nuestro Señor para con su iglesia, fue el darle el increíble privilegio de perpetuar su sacrificio, renovándolo en el altar en cada santo sacrificio de la misa, este hecho es tan inconmensurablemente grande como probatorio de lo que venimos diciendo desde el principio, la iglesia es para nuestro Señor, Su iglesia, como una prolongación suya, salida desde lo más profundo de su Ser amoroso, como la esposa amada, la Eva destinada a Él por el Padre; de aquí que en aquel primer jueves santo, horas antes de su pasión, en aquella cena memorable con sus discípulos, el Señor les encargó la dignidad de perpetuar su sacrificio que ocurriría horas después, haciéndolos sacerdotes del nuevo pacto, sustituyendo el viejo sacerdocio por uno nuevo y más perfecto, que toma su valor de Él mismo, sumo sacerdote y a la vez víctima(Hebreos 7:12-28; 1Corintios 11:23-26), de este último texto claramente se comprende el mandamiento del Señor de perpetuar su único sacrificio, diciéndoles “Hagan esto en memoria de mí”, o sea que el Señor les dejó establecido cual sería el contenido de su culto, algo decisivo que no podía ser según el parecer humano, según el parecer de cualquiera, como ocurre en tantos otros cultos, sino que le estableció a su iglesia como debía adorarle, como debía darle el culto agradable a Él para su gloria y sumo provecho de sus discípulos, tal y como había hecho Dios con el pueblo de Israel; les dio la esencia de su liturgia, y esto lo comprendieron perfectamente los apóstoles, que desde un comienzo realizaban la reunión cultual cristiana como un banquete fraternal, figura del banquete de bodas en la venida del Señor, que tenía como centro “la fracción del pan”, la participación del cuerpo y la sangre de Cristo(Hechos 2:42; Hechos 20:7; 1Corintios 11:17-34; 1Corintios 10:16-22). Esta comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo, como centro y objetivo de su culto, y como comunión además de toda la iglesia, entre todos los fieles que aceptan la doctrina, la fe y el gobierno y magisterio de los legítimos pastores, el Papa y los respectivos obispos en perfecta comunión con él, solo la ha mantenido fielmente desde sus inicios, la iglesia de Jesucristo, la iglesia católica; unos han pretendido mantener la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo apartándose de la comunión con el obispo de Roma, y por ende con la iglesia, formando iglesias nacionales o particulares separadas de la iglesia universal, no manteniendo así la unidad en la fe, la doctrina, y la catolicidad de la iglesia mandadas por el Señor, cayendo en gravísima desobediencia y pecado; otras yendo aún más lejos, han negado, blasfemado y hasta cometido sacrilegio con el cuerpo y la sangre del Señor, mostrando cuanto más lejos están de su verdad y su comunión.
Así pues, estos principios sagrados de amor posesivo y exclusivo del Señor para con su iglesia, y de identidad absoluta con ella, recogidos en las Sagradas Escrituras, solo se han fiel y firmemente mantenido a través de los dos mil años de cristianismo, en la iglesia católica, Su iglesia, la que fundó sobre el apóstol Pedro, y que seguirá su sendero victorioso a pesar de todos los contratiempos y oposiciones, manteniendo la renovación comenzada en el Concilio Vaticano II, perfeccionándose y abriendo las puertas de su corazón, que podríamos decir son las del Corazón de Jesús, e invitando a todos los que están sumidos en el error, a volver a la casa paterna, como de hecho viene sucediendo ya en algunos países de mayoría contraria a la fe católica(Apocalipsis 3:9), y así el reino de Dios siga extendiéndose a lo largo y ancho de todo el mundo, hasta la llegada de su plenitud con la venida de su Señor.

Residencia del autor: Juan David Martínez Pérez.
Lawton # 1560 apto. 9 e/ Vista alegre y Acosta, Lawton, Ciudad Habana, Cuba.
Teléfono: 698-2013
Editor promotor: Jorge Francisco Faife Nazco
Residencia, San francisco # 121 e/ San Lázaro y Buenaventura, Lawton,
Ciudad Habana, Cuba.
Teléfono: 698-0247, 699-4546
www.dicernimientohumano.blogspot.com
LA IGLESIA DE JESUCRISTO Y OTRAS IGLESIAS

A través de las Sagradas Escrituras podemos constatar, que la iglesia, la verdadera iglesia, responde a una realidad mucho más trascendente y divina de lo que comúnmente se advierte; no se trata de una institución más o menos venerable por su tiempo y experiencia, ni siquiera es simplemente el nuevo pueblo de Dios; la iglesia de Jesucristo es la realización suprema del amor entrañable de su Corazón (Efesios 5:25-27; 29-30, 32), la manifestación concreta de su obra salvífica en la tierra; es por esto que en más de una ocasión hay expresiones muy posesivas respecto del Señor para con la iglesia, verificándose una identidad y una pertenencia absoluta.
De aquí entendemos porque el Señor le dijo a Pedro “sobre ti fundaré mi iglesia” y no dijo “la iglesia” o “una iglesia”, expresiones que eran perfectamente posibles y hasta más probables desde un punto de vista humano, sino que quiso usar la expresión fuerte, posesiva, exclusiva y determinante de “mi iglesia”, para dejar claro que es la iglesia de su Corazón, de su amor entrañable, su querida y amada esposa, sacada de su costado abierto, de las entrañas de su misericordia, para dejar claro también que vendrán otras, lo cual está fuertemente insinuado, dado que este texto es profético por excelencia, surgirán otras muchas iglesias, pero solo esta será Su iglesia, la que el establece sobre el apóstol Pedro, la que también es su Cuerpo, su Templo, la que tiene sus promesas y su autoridad.
Este sentido de posesión y de pertenencia se puede ver en otros textos, y aún en algunos en sentido inverso, por ejemplo en Mateo 7:15-23, el Señor profetiza que en el día del juicio, muchos asombrados le dirán que hicieron muchos milagros e hicieron muchas cosas en su nombre, pero El les dirá “nunca os conocí”, expresión que equivale a “ustedes nunca fueron míos”, pues cuando en la Escritura se habla del “conocer” de Dios para con el hombre, es como decir que los reconoce como de los suyos o en caso contrario que no los reconoce(Juan 10:14-16, 26-27; 2 Timoteo 2:19; Mateo 25:12). Pero, ¿cómo es posible que esto suceda?, el Señor nos da la explicación en el mismo texto cuando nos dice, “cuídense de los falsos profetas”, de los falsos enviados y mensajeros de Dios, autoproclamados ellos mismos. No se trata de mi parecer, mis gustos o mis caprichos, se trata de obedecer, de someterse a lo que el Señor ha establecido, haciendo así Su voluntad y no la mía, no diciendo solo Señor, Señor, sino haciendo lo que Él ha mandado; claramente en este texto se trata de aquellos que fundando sus propias iglesias y arrastrando a muchos tras ellas, han creído tener todo el apoyo del Señor en sus empresas, pero el Señor les llama falsos profetas, falsos enviados de Dios, que son malhechores, primero que nada por darle la espalda y traicionar a Su iglesia, escogiendo su propio camino; porque en cuestiones de la iglesia y la salvación de los hombres, Dios ha hecho y provisto todo lo necesario con la muerte y resurrección de su Hijo, y la fundación de su iglesia seguidamente, desde las entrañas de su Ser, conforme a su plan, y nadie puede querer sustituir esto por sus propias iniciativas, pues esto no es empresa ni negocio de hombres, solo Él murió, solo Él resucitó, solo Él fundó la iglesia que durante tres años preparó en sus principales líderes, los apóstoles, para que fuera su prolongación en la historia, presencia suya en la tierra, instrumento eficaz de su salvación.
En consecuencia con esto, vemos en el libro de Hechos de los apóstoles, libro de los orígenes de la iglesia, ejemplo y muestra a su vez de lo que ella es y debe ser siempre, en lo fundamental, como también en las mismas epístolas apostólicas, una serie de principios y señales decisivas, constitutivas de la misma naturaleza de la iglesia, que siempre deben acompañarle y le acompañaran.

La iglesia es una sociedad visible y concreta, es el reino de Dios en la tierra, es el reino de Dios en medio de un mundo que se le opone, le hace la guerra, y quiere destruirla por todos los medios posibles, como hizo a su Fundador; esto traerá una serie de circunstancias que conspirarán contra su integridad física y espiritual, que fueron predichas por Él mismo, pero ante las cuales no obstante saldrá victoriosa (Mateo 16:18), en ella habrá cizaña y habrá trigo, pescados buenos y malos, semilla que de fruto y que no lo dé (Mateo 13: 18-30; 36-50), pues así ha querido el Señor comience su reino, con la realidad del mal presente, dado que solo así se verá claramente la superioridad del bien, como enseña la parábola del trigo y la cizaña, y como Él mismo dio ejemplo, viniendo de la gloria e infinita santidad de Dios, a vivir, sufrir y morir a este mundo de maldad, pero que fue como la venció, así como a su gestor principal , el diablo; y así la iglesia seguirá adelante hasta el fin, porque cuenta con Su presencia(Mateo 28:20), siendo una sociedad jerárquica, con un pastor supremo que ha de enseñar a los demás pastores(ovejas) y a todos los demás fieles(corderos)(Juan 20:15-17), asistido a su vez por estos mismos pastores en plena comunión con él, en el gobierno y adoctrinamiento de esta; así se puede ver sobre todo en los primeros quince capítulos del libro de los Hechos, especialmente en el capítulo 9 versículos 31 y 32, donde vemos una iglesia unida en todas sus iglesias locales, en las distintas regiones, por el Espíritu Santo, y a Pedro, como pastor supremo, visitándola y confirmándola en todos sus lugares como le encargó el Señor(Lucas 22:31-32), y como hoy hacen sus sucesores; lo vemos también dando la enseñanza oportuna, puntual y decisiva, por el Espíritu Santo(Hechos 15-28), como también hacen hoy sus sucesores, en el concilio de Jerusalén, primer concilio de la iglesia, en situación bastante conflictiva(Hechos 15:5-12). Esto nos enseña además el énfasis primordial que los apóstoles hacían en la unidad doctrinal, y por ende de perfecta comunión en toda la iglesia, fustigando fuertemente todo intento de sectarismo y división de cualquier índole(Romanos 16:17-20; 1Corintios 1:10-13); Tito 3:10; Gálatas 5:20; Judas 19), así entendemos que el que rompe con la unidad y se separa de la iglesia nunca está movido por el Espíritu de Dios, sino que es una obra de la carne, de la naturaleza humana caída, pecaminosa, detrás de la cual está Satanás, cuyo germen maligno permanecerá en ellos, causando nuevas y nuevas divisiones; solo la iglesia de Jesucristo puede permanecer unida por el Espíritu(Efesios 4:2-5; Juan 17:11-12; 21-23), como desde sus inicios se observa en el libro de los Hechos de los apóstoles y en sus epístolas, a lo largo y ancho de todo el mundo, con una misma fe, doctrina y obediencia de todos los fieles a su supremo pastor, el Papa; por eso solo ella puede ser el nuevo pueblo de Dios, el reino de Dios, y por tanto la sociedad visible y concreta de Dios en la tierra, no la absurda y disparatada idea protestante de una iglesia de Jesucristo abstracta, donde sus miembros no profesan la misma fe, pertenecen a grupos distintos, con doctrinas diferentes, muchas veces contrapuestas, donde nunca hay una verdadera comunión por tanto, y donde solo los une su enemistad y muchas veces odio a la iglesia católica. Por esto solo en la iglesia católica podemos ver esa estera de millares y millares de santos y mártires, que desde los comienzos de su historia, desde los tiempos apostólicos, pasando por el tiempo de las persecuciones bajo el imperio romano y hasta nuestros días, muestran la continuidad de la única iglesia de Cristo; especialmente los santos canonizados por la iglesia, no pocos de ellos mártires también, son como nuevos cristos en su tiempo y en su realidad, que muestran no solo que Cristo murió, resucitó y fundó esta iglesia sino que vive presente en ella(Apocalipsis 1:12-13), dando ellos así testimonio ante el mundo de que pertenecen a ese reino de Cristo, en el que unidos a Él han vivido una vida sobrenatural, casi divina, dado que han estado llenos de gracia y del Espíritu Santo de Dios, con quién han colaborado para la santificación plena de sus vidas, dando los frutos que Dios espera para su gloria(Juan 15-8); esto no se observa en lo absoluto fuera de la iglesia católica, sino que solo excepcionalmente, según la misericordia infinita de nuestro Dios, ha habido algunas pocas vidas notables que no llegan nunca a la perfección y dignidad de las vidas ejemplares católicas.

Por otra parte, otra gran muestra de la tan plena identidad de nuestro Señor para con su iglesia, fue el darle el increíble privilegio de perpetuar su sacrificio, renovándolo en el altar en cada santo sacrificio de la misa, este hecho es tan inconmensurablemente grande como probatorio de lo que venimos diciendo desde el principio, la iglesia es para nuestro Señor, Su iglesia, como una prolongación suya, salida desde lo más profundo de su Ser amoroso, como la esposa amada, la Eva destinada a Él por el Padre; de aquí que en aquel primer jueves santo, horas antes de su pasión, en aquella cena memorable con sus discípulos, el Señor les encargó la dignidad de perpetuar su sacrificio que ocurriría horas después, haciéndolos sacerdotes del nuevo pacto, sustituyendo el viejo sacerdocio por uno nuevo y más perfecto, que toma su valor de Él mismo, sumo sacerdote y a la vez víctima(Hebreos 7:12-28; 1Corintios 11:23-26), de este último texto claramente se comprende el mandamiento del Señor de perpetuar su único sacrificio, diciéndoles “Hagan esto en memoria de mí”, o sea que el Señor les dejó establecido cual sería el contenido de su culto, algo decisivo que no podía ser según el parecer humano, según el parecer de cualquiera, como ocurre en tantos otros cultos, sino que le estableció a su iglesia como debía adorarle, como debía darle el culto agradable a Él para su gloria y sumo provecho de sus discípulos, tal y como había hecho Dios con el pueblo de Israel; les dio la esencia de su liturgia, y esto lo comprendieron perfectamente los apóstoles, que desde un comienzo realizaban la reunión cultual cristiana como un banquete fraternal, figura del banquete de bodas en la venida del Señor, que tenía como centro “la fracción del pan”, la participación del cuerpo y la sangre de Cristo(Hechos 2:42; Hechos 20:7; 1Corintios 11:17-34; 1Corintios 10:16-22). Esta comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo, como centro y objetivo de su culto, y como comunión además de toda la iglesia, entre todos los fieles que aceptan la doctrina, la fe y el gobierno y magisterio de los legítimos pastores, el Papa y los respectivos obispos en perfecta comunión con él, solo la ha mantenido fielmente desde sus inicios, la iglesia de Jesucristo, la iglesia católica; unos han pretendido mantener la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo apartándose de la comunión con el obispo de Roma, y por ende con la iglesia, formando iglesias nacionales o particulares separadas de la iglesia universal, no manteniendo así la unidad en la fe, la doctrina, y la catolicidad de la iglesia mandadas por el Señor, cayendo en gravísima desobediencia y pecado; otras yendo aún más lejos, han negado, blasfemado y hasta cometido sacrilegio con el cuerpo y la sangre del Señor, mostrando cuanto más lejos están de su verdad y su comunión.
Así pues, estos principios sagrados de amor posesivo y exclusivo del Señor para con su iglesia, y de identidad absoluta con ella, recogidos en las Sagradas Escrituras, solo se han fiel y firmemente mantenido a través de los dos mil años de cristianismo, en la iglesia católica, Su iglesia, la que fundó sobre el apóstol Pedro, y que seguirá su sendero victorioso a pesar de todos los contratiempos y oposiciones, manteniendo la renovación comenzada en el Concilio Vaticano II, perfeccionándose y abriendo las puertas de su corazón, que podríamos decir son las del Corazón de Jesús, e invitando a todos los que están sumidos en el error, a volver a la casa paterna, como de hecho viene sucediendo ya en algunos países de mayoría contraria a la fe católica(Apocalipsis 3:9), y así el reino de Dios siga extendiéndose a lo largo y ancho de todo el mundo, hasta la llegada de su plenitud con la venida de su Señor.
Residencia del autor: Juan David Martínez Pérez.
Lawton # 1560 apto. 9 e/ Vista alegre y Acosta, Lawton, Ciudad Habana, Cuba.
Teléfono: 698-2013
Editor promotor: Jorge Francisco Faife Nazco
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LA IGLESIA CATÓLICA Y EL MOVIMIENTO CARISMÁTICO

LA IGLESIA CATÓLICA Y EL MOVIMIENTO CARISMÁTICO.

La iglesia católica, iglesia universal, iglesia de Jesucristo, nació carismática, es carismática por esencia, lo es per se, por antonomasia, por definición. Pero ¿Por qué?, puesto que fue el glorioso derramamiento del Espíritu Santo en aquel Pentecostés el que la hizo ser, el que marcó su nacimiento, el que le dio comienzo a su existencia, señalándose así que sería para siempre su alma, su esencia, su vida, sin el cual simplemente no hubiera podido existir, no hubiera podido llevar estos dos mil años en la tierra, pasando por encima de tantos enemigos y dificultades de todo tipo, venciendo toda oposición, siguiendo adelante en el cumplimento de su misión, llevando el evangelio hasta el último rincón del mundo, haciéndose presente en todo lugar de la humanidad, por lo cual se manifestaron esas lenguas aquel día, esa proliferación de idiomas, dando un anuncio el Espíritu, de que la iglesia es para todos los pueblos, es universal, para toda raza, lengua y nación.
Por esto el libro de Hechos de los apóstoles es probablemente el más carismático de toda la Biblia, donde más se nos hace ver marcada y continuamente la presencia y obra del Espíritu en todo momento, guiando y fortaleciendo su iglesia, puesto que es el libro de su nacimiento y primeros tiempos, para que le quede la certeza y el testimonio para el resto de sus días, de todas las diversas formas con que el Espíritu siempre la sustentará. De este libro en específico, apoyado en todos los demás del Nuevo Testamento, extraeremos toda la múltiple obra con que el Espíritu asiste a la iglesia.
En primer lugar es el Espíritu Santo el que le da ese impulso misionero a la iglesia, es el que da ese amor a las almas, ese celo por salvarlas, arrancándolas del pecado, ese valor y sabiduría extraordinarias para testificar con poder ante cualquier situación, ganando a muchos para Cristo; esto fue lo primero que hicieron Pedro y los demás apóstoles en seguida que recibieron la plenitud del Espíritu, predicar a todos esos israelitas que antes habían negado y matado a Nuestro Señor, que Jesús es el Mesías, y que en El está la salvación y el cumplimiento de todas las profecías y promesas que ellos estaban esperando; por eso sabemos que la iglesia también es misionera por definición, y hombres como San Pablo, San Francisco Javier, Juan Pablo II, y mujeres como Madre Teresa de Calcuta, Santa Teresita del Niño Jesús y otros muchos y muchas titanes de la misión en la historia de la iglesia, fueron hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo.
Ahora bien, es tan decisiva la influencia y presencia del Espíritu en la iglesia, que ni siquiera esta obra misionera tan propia y vital para ella, la realiza de cualquier forma, sino que el Espíritu la dirige continuamente a través de sus líderes, conforme al plan y orden de Dios, puesto que el Espíritu nunca es fuente de anarquía, de desorden, ni desobediencia dentro de la iglesia, sino todo lo contrario, la conduce siempre, desde sus cosas más sagradas, conforme al orden y al plan de Dios, confirmando la autoridad y jerarquía establecida en la iglesia. Así vemos a Pedro y los demás apóstoles enfrascados en los primeros años en la evangelización de Israel, por cuanto ellos eran los primeros herederos de las promesas de Dios(Hechos 3:25-26), y a ellos correspondía primero que nadie recibir la palabra del evangelio, y la oportunidad de alcanzar la salvación de Cristo en su iglesia; por lo que enrolados en esta lucha sufrían persecución y maltratos de los líderes religiosos del pueblo de Israel, pero el Espíritu, tal y como el Señor se los prometió, les daba el valor y la sabiduría para enfrentarlos, al punto que eran el asombro de estos, que no pudieron frenarlos, sino que aumentaba el número de los que se convertían de entre el pueblo, y aún muchos sacerdotes aceptaban el mensaje (Hechos 6:7).
Por esto el evangelio pasó seguidamente a Samaria, los hermanos herejes de los israelitas, y después por medio de San Pedro, y solo por él, cabeza visible de la iglesia, dio el paso trascendental y necesario de llevarlo a los no judíos, solemnemente a través de Cornelio(Hechos 10), para que después en el concilio de Jerusalén, el príncipe de los apóstoles, basado en esta experiencia, estableciera doctrinalmente por el Espíritu, de manera decisiva, la verdad de que todos, tanto judíos como no judíos, somos salvos por la gracia de Nuestro Señor(Hechos 15:7-11), confirmándose a su vez que esta es otra muy importantísima obra del Espíritu en la iglesia, aclarar, argumentar y confirmarla en la recta y santa doctrina, como fue prometido por el Señor(Juan 16:12-13), y como ha tenido que hacer a través de los siglos, aclarando conceptos y estableciendo dogmas, que no es nada que ella invente, sino la asistencia que se le prometió del Espíritu para penetrar, profundizar y esclarecer al máximo la verdad revelada.
Después el Espíritu Santo que iría introduciendo cada vez más a la iglesia en el mundo no judío, por designio de Dios, llevaría el mensaje en la persona de San Pablo principalmente, por Asia menor, Grecia, hasta llegar a Roma, donde ya había una iglesia regida por San Pedro (1 Pedro 5:13), y desde donde la iglesia debía llevar el evangelio por el Espíritu al mundo entero.
Así pues, de igual forma que en el libro de los Hechos se ve el itinerario misionero de la iglesia por el Espíritu, desde Jerusalén hasta Roma, se observa fomentando una unidad y compartición de bienes en el amor, sobrenatural. Desde los mismos comienzos se percibe un insólito y radical amor no visto nunca antes en la historia, que llevaba a los creyentes a compartir todo lo que tenían y a estar muy unidos, de modo que cuando Ananías y Safira pensaron hacer trampas a los apóstoles, el Espíritu se lo reveló a Pedro, y este le dijo a Ananías que no había intentado engañar a los hombres sino al Espíritu Santo, ¿Por qué?, porque es Él el autor del amor y de todo ese sistema de vida comunitario que estaban llevando a cabo por él; y a Safira dijo ¿Por qué se han puesto de acuerdo en tentar al Espíritu del Señor?, porque lo que hicieron con su intento de engaño fue probar si en realidad el Espíritu estaba dirigiéndolo todo, por eso el correctivo fue tan drástico, porque fue una ofensa al Espíritu Santo Dios que estaba detrás de todo; de esta forma lo que hizo fue incrementarse la autoridad de los apóstoles, dado que el Espíritu actuó convenientemente por el líder; toda la iglesia y gran parte del pueblo comprendió que esto era una obra muy seria de Dios, y que los apóstoles eran sus ministros, a los que no se ha de intentar engañar ni desobedecer, sino sometérseles en todo(Hechos 5 :11-16), mostrándose que el Espíritu nunca atenta contra la autoridad de la iglesia sino que la confirma en su jerarquía.
Por esto también entendemos porque la iglesia a diferencia de todas las demás religiones y credos, que tienden a encerrarse en sus cultos, en una vida cultual, ha sido promotora a través de su historia de tan intensa vida de caridad, creándose continuamente instituciones de este tipo, de todo orden, hospitales, asilos, orfanatos, escuelas, y otras variantes; porque la forja del Espíritu Santo ha estado detrás en una obra que le es propia desde los comienzos de su existencia.
También el libro de los Hechos reiteradamente nos muestra la gloria del Espíritu fortaleciendo a su iglesia ante tan encarnizada persecución religiosa y política; es un signo sobrenatural la forma en que los apóstoles y líderes en general de la iglesia se crecieron, avanzaron y prevalecieron ante tantos maltratos, amenazas, martirios, y se impusieron al sistema judío que finalmente quedó devastado, al paganismo idolátrico greco-romano que finalmente desapareció, y al imperio romano que sus seguidores lograron sepultar. A base de un amor, valor, poder y sabiduría del Espíritu que sus oponentes no podían resistir(Hechos 6:10), los cristianos mostraron la superioridad y carácter divino de su fe, que junto a las oportunas intervenciones del Señor, reconociendo su fidelidad[la conversión de Saulo y la muerte de Herodes, que mató a Santiago e intentó hacerlo a San Pedro(Hechos 12)], hizo que a pesar de todo fueran de victoria en victoria; así hoy la iglesia ante tanta oposición, calumnias y desmanes de las sectas, los judíos según la carne de hoy en día(Apocalipsis 3:9), del secularismo, el principal paganismo de hoy, y de gobiernos e imperios hostiles, está experimentando una progresiva renovación del Espíritu que ha venido dándole significativas victorias ante sus adversarios(conversiones de figuras prominentes del protestantismo, caída del sistema marxista).
Queda pues más que demostrado que el Espíritu vive, guía y pertenece a la iglesia en este mundo, porque como dijo el Señor, el mundo no lo puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce, pero mora con la iglesia y está en la iglesia(Juan 14:17). De esta forma entendemos que a la iglesia ha sido dado administrar y canalizar el Espíritu a través de sus sacramentos, instituidos todos para que Él haga eficaz en los fieles por la fe, lo que ellos quieren comunicar, pero de forma particular el bautismo y la confirmación fueron instituidos para comunicar la presencia del Espíritu, pues como nos enseña 1 Corintios 12:13, en el bautismo somos incorporados por el Espíritu en el cuerpo de Cristo, nacemos de nuevo(Juan 3:5-6), somos hechos por tanto hijos de Dios; por eso se nos invoca la fórmula trinitaria Padre, Hijo y Espíritu Santo cuando lo recibimos(Mateo 28:19), porque las tres personas se involucran y participan en él, el Padre nos engendra como hijos, el Hijo nos salva perdonándonos nuestros pecados(Hechos 2:38; 1 Pedro 3:21) y el Espíritu Santo viene a morar a nosotros, haciéndonos templo del Dios vivo, siendo el sello y la prenda para nuestra salvación(Efesios 1:13; 2 Corintios 5:5), que podemos perder si no colaboramos con Él haciendo morir las obras de la carne(Romanos 8:12-13; Gálatas 5: 16-18; 6:7-8).
Así mismo, tenemos igualmente la confirmación como se ha quedado en llamar en la iglesia de nuestros días, que es la comunicación del Espíritu de la misma forma que los apóstoles lo recibieron en Pentecostés, porque Dios gusta de dar su Espíritu abundantemente (Juan 3:34). En el bautismo el Espíritu viene a nosotros relacionado con la conversión, con la incorporación al cuerpo de Cristo, con nuestro engendramiento como hijos de Dios, con nuestra salvación, aquí viene en una gracia extra de la superabundante gracia de Dios, para capacitarnos como siervos suyos, para hacernos eficaces y útiles para su iglesia, por eso aquí está relacionado con los dones y ministerios en función de la edificación del cuerpo de Cristo (1 Corintios 14:12). Por lo cual, por ser así este sacramento, que en la iglesia primitiva se llamaba simplemente “imposición de manos”, de más peso, responsabilidad y envergadura para los cristianos, y que requiere por tanto de más autoridad y poder, lo impartían solamente los apóstoles, y hoy lo hacen sus sucesores los obispos, nunca lo hizo cualquier creyente, ni siquiera cualquier ministro; por eso vemos en Hechos capítulo 8, cuando Felipe lleva el evangelio a Samaria, que bautizaba pero no imponía las manos, sino que llamados los apóstoles Pedro y Juan fueron quienes se lo aplicaban a los creyentes; por lo que si Felipe, hombre lleno del Espíritu Santo, escogido para ser de los primeros siete diáconos y evangelista además(Hechos 6:5; 21:8) no tenía tal autoridad, no entendemos como hoy en congregaciones llamadas carismáticas, fuera de la iglesia católica, cualquiera impone las manos, y cualquiera dice hacer descender el Espíritu Santo sobre personas y hasta sobre multitudes, y todos dicen recibirlo con manifestaciones extrañas que no corresponden a la práctica cristiana, y por eso no están en la Biblia, sino a prácticas paganas, como contorsiones, gritos, histeria, caídas, desorden, frenesí, repetición de monosílabos que nada tienen que ver con el don de lenguas o idiomas que produce el Espíritu, y cosas como estas que lejos de edificar, escandalizan aún a los que no son cristianos.
Solo podemos entender esto por la creencia y prácticas de doctrinas heréticas en estos lugares, que llevan a personas, algunas de ellas desequilibradas, a confundir estas manifestaciones grotescas con la preciosa obra del Espíritu, lo cual ya había sido advertido por el apóstol a los corintios, cuando en incipientes y mínimas demostraciones de desorden, nada comparado con esto, les declara que la obra del Espíritu no era igual ni podía confundirse con sus antiguas prácticas paganas(1 Corintios 12:2-3), que el Espíritu Santo tiene principios muy claros de orden, edificación y gloria para Dios que son ajenos al frenesí del paganismo.
Queda pues al movimiento de renovación carismática católico no dejarse influenciar por estos errores, pues como dijo el apóstol, no reciban otro Jesús del que le han predicado, ni otro espíritu del que han recibido, ni otro evangelio del que han aceptado(2 Corintios 11:4), pues como claramente aquí nos explica, según la enseñanza, la doctrina, es el espíritu, nadie puede recibir el Espíritu Santo con doctrinas heréticas, solamente afianzándose en la doctrina apostólica entregada a la iglesia y conservada fielmente por ella, se puede ser lleno del Espíritu Santo, avivando en sus celebraciones, con la búsqueda sincera en la oración y la palabra de Dios, la gracia ya recibida en el bautismo y la confirmación, para que no les pase lo que aquellos, que creyéndose carismáticos, arrojadores de demonios y hacedores de muchos milagros, no eran sino falsos profetas, y el Señor les dirá, “nunca os conocí, apartaos de mí hacedores de maldad” (Mateo 7:15-23).
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LA IGLECATÓLICA COMO COMUNIÓN DE LOS SANTOS.

LA IGLESIA CATÓLICA COMO COMUNIÓN DE LOS SANTOS.

Desde el Antiguo Testamento podemos rastrear, la importante enseñanza de la comunión e identidad espiritual que se establece entre los miembros del pueblo de Dios, por encima de lo que ellos mismos alcanzan a comprender, pues se manifiesta en características propias del mundo espiritual, en leyes intrínsecas a este mundo, como la repercusión comunitaria o social del pecado de uno o unos cuantos, así como también la acción bienhechora que ejerce sobre todo el pueblo las buenas obras de uno o varios. Es obvio que esto es tan importante en el mundo espiritual, como que es el principio básico de la obra redentora de nuestro Señor, cuyos méritos se aplican para la salvación de todos los hombres, tomando por ello especial valor en el pueblo redimido.
Esta es la causa de las tan drásticas medidas que el Señor mandaba aplicar a Moisés contra alguien que caía en grave pecado, pues este contaminaba a todo el pueblo (Deuteronomio 17:7). De manera muy gráfica lo vemos cuando Finees detuvo la mortandad que había en Israel, atravesando con una lanza a uno que como otros, se había prostituido con mujeres extranjeras (Números 25: 1-13), donde de paso también vemos, como la buena obra de uno es capaz de obtener el perdón de los pecados para muchos. Esta comunión espiritual entre los miembros del pueblo se establece a partir de la comunión de todos con Dios, a partir de la comunión espiritual por medio de la fe, el amor y el servicio al mismo y único Dios, producto de la elección, el llamado y la presencia de Dios en medio de ellos, que es lo verdaderamente decisivo que los une a todos entre sí, lo cual era de manera imperfecta en el pueblo de Israel, y que alcanza su plenitud y perfección en la iglesia. Esta es una unión en Dios y por Dios hecha, por lo que aunque resulta difícil de constatar humanamente, es muy real y lógica, porque obviamente los que participan de una comunión con el Dios que es Espíritu Todopoderoso y Santo, que todo lo llena con su potencia y amor, tienen que estar unidos entre sí; mucho más en Jesucristo en quién se manifiestan toda gracia y favores espirituales únicos (Efesios 1: 3-6).
En el Nuevo Testamento podemos ver muestras fehacientes de todo ello, cuando se nos revela, que no solo obtenemos de Jesucristo el perdón de los pecados por su obra redentora, sino que se nos hace partícipes de su condición real y sacerdotal, se nos constituye en reyes y sacerdotes por la unión con Jesucristo, supremo Rey y Sacerdote (Efesios 2:6; 1 Pedro 2:9; Apocalipsis 1:6), esto es parte de la gran e incomparable herencia espiritual que recibimos por la infinita gracia de Dios, que se nos transmite por la unión a Cristo Jesús (Efesios 1: 15-23), por lo que por esta unión somos hechos como nuevos cristos, dándosenos muy grande autoridad y poder en el mundo espiritual, que repercute en toda la vida por supuesto, de la que si fuésemos plenamente conscientes por la fe, como pide san Pablo ( versículos del 15 al 19 ), tuviéramos una vida mucho más fructífera, con muchas más bendiciones para nosotros y para nuestros hermanos, al estilo de los santos canonizados por la iglesia, como santa Teresita del Niño Jesús, san Martin de Porres, san Francisco de Asís y otros.
Quiere decir, que lo que muchos no entienden es que ha sido propósito del infinito amor de Dios, mostrar las insondables riquezas de su gracia para con los creyentes, dándoles una autoridad y poder insospechables por su unión a Cristo Jesús, haciéndolos como nuevos cristos en su unión con Él. Así, esto que ya viven en la tierra según la medida de su fe, encuentra su plenitud junto a Él en la gloria de Dios (Apocalipsis 4:4; Hebreos 12: 22-23; 12:1).
Estos versículos de la epístola a los Hebreos, en especial del 22 al 24 del capítulo 12, nos muestra claramente que al hacernos cristianos no solo hemos entrado en comunión con Dios nuestro Padre y su Hijo nuestro Señor Jesucristo, sino con toda la familia de Dios, hemos entrado a formar parte de esta familia, de la que ya una parte disfruta de la gloria, hemos entrado en comunión con los ángeles y santos del Cielo, de los que el versículo uno de este capítulo nos asegura, están incidiendo fuertemente sobre nosotros como si fuera una nube que nos envuelve, y que en Apocalipsis capítulo 5 versículo 8 se nos muestran ocupándose específicamente de nuestras oraciones.
Esto nos confirma que la comunión de los santos no solo es un hecho, sino que es la gloria de Dios, el se glorifica en que nos amemos mucho unos a otros y nos mostremos así como verdaderos discípulos suyos, para que todo lo que pidamos Él nos lo dé, y demos así mucho fruto (Juan 15:7-12), porque esta realidad que en un principio debemos vivir sobre la tierra, encuentra su plenitud en los que están en el Cielo, donde permanecen perfectamente unidos a Él, que es el objetivo hacia el que el Señor nos llama y nos lleva (Efesios 2: 4-6), y que aquí vivimos limitadamente. Así pues, todo tiene su origen en nuestra unión con Cristo, de donde proviene la verdadera comunión entre los santos, unión que se inicia con el bautismo, como el sarmiento a la vid, y en la que permanecemos intercomunicados como los órganos en un cuerpo (1 Corintios 12:12-13), si perseveramos, unión que es sobrenatural, mística, del Espíritu, en Cristo Jesús, y que lógicamente sobrepasa los marcos de esta vida, haciéndose más plena en los que moran en el Cielo ( Hebreos 12:22-23; Apocalipsis 5:8-10 ), este último texto nos muestra que los veinticuatro ancianos, la iglesia que está en el Cielo, intercede por la de la tierra, ofrendando las oraciones suyas como incienso al trono de la gracia, lo cual es como su oficio allá, y en el cántico que entonan enfatizan el carácter real y sacerdotal de todos los santos, los del Cielo y los de la tierra, que en el caso de estos últimos se verificará plenamente cuando estén junto a los otros en el Cielo y dominen sobre la tierra, mientras que después todos lo harán en la nueva tierra que creará el Señor; pues Él se glorifica además, como dice san Pablo, mostrándonos las infinitas riquezas de su gracia y amor (Efesios 2:7), con que nos ha dado tal autoridad y poder, que intercediendo en Cristo Jesús, podemos obtener grandes favores los uno para con los otros por el amor.
Ahora bien, la comunión no es solo con los cristianos triunfantes en el Cielo, sino también con los que están en el Purgatorio, a los que nuestras obras de fe ayudan en su tránsito por este lugar al Cielo; algunos se escandalizan de esta verdad, diciendo que no está en las Escrituras, pero si bien no se encuentra explícita, como no pocas cosas, hay varias alusiones bastante claras que confirman el hecho.
Lo primero es un antecedente tan claro en el Antiguo Testamento, que en su esencia parece haber sido escrito hoy en día; y es cuando Judas Macabeo descubre por la voluntad misericordiosa de Dios, que unos soldados suyos que habían caído en batalla, llevaban en sus ropas objetos consagrados a los ídolos, por lo cual habían perecido, haciendo él y sus hombres entonces, no solo oración para que Dios perdonara sus pecados, sino que mandó a ofrecer a Jerusalén un costoso sacrificio por el pecado de sus compañeros, confiando que la misericordia de Dios no es tan solo con los vivos sino también con los que mueren en Él, aunque no sea en perfecto estado (2 Macabeos 12:38-45), el texto incluso alaba la acción de Judas, mostrando que su acto es un verdadero acto de fe en la resurrección de los muertos, como también lo proclama la iglesia hoy en día, que en su época todavía no era algo tan extendido. Pero para los que para desgracia suya no creen en la inspiración divina de estos textos, tienen uno equivalente en 1 Corintios 15:29, donde san Pablo nos enseña que algunos que se bautizaban por los muertos, estaban mostrando con ello su fe en la resurrección de estos, o sea que había cristianos que no solo creían en la misericordia de Dios con los muertos sino que sus obras incidían para bien de ellos, lo cual san Pablo no solo no reprocha, sino que lo reconoce como verdadera fe en la resurrección de los muertos, lo mismo que el texto sobre Judas Macabeo. Otros textos nos insisten en la misericordia de Dios para con los muertos, concretamente en la epístola primera de san Pedro, donde se nos habla que nuestro Señor, una vez muerto su cuerpo fue en espíritu a predicarle a espíritus presos, es decir, espíritus que por desobediencia manifiesta estaban en especial estado pena, que el texto identifica con la generación de Noé, reafirmándose después en el versículo 6 del capítulo 4, que la predicación hecha a los muertos se hizo para que tuvieran la posibilidad de alcanzar la vida en Dios.
Quedando demostrado con estos textos, que la misericordia de Dios es también con los que han muerto, y que las obras que los vivos le hacen con esta fe inciden en bien suyo, habría que definir que es el Purgatorio y donde se alude a él.
En primer lugar, el Purgatorio no es un lugar inventado para tranquilizar la conciencia de los cristianos, que pensarían que alguna gente que no es cristiana no merece el infierno, pues el Purgatorio es un lugar de cristianos, el Purgatorio es para todos aquellos cristianos que no se han purificado y santificado lo suficiente como para entrar en la gloria de Dios, porque a ella no entrará nada impuro (Apocalipsis 21:27), y sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14), por lo que no habiendo cumplimentado en esta vida a plenitud con las exigencias cristianas, tienen que pasar un proceso y tiempo de purificación después de esta vida, para que puedan entrar a la gloria de Dios. Contrariamente a lo que piensan los que objetan de esta verdad, esto es una muestra de la infinita gracia y misericordia de Dios, que teniendo en cuenta la pertenencia suya de estas personas en Cristo, no las desecha y abandona a pesar de las imperfecciones y tibiezas con las que mueren, sino que establece este camino de gracia, que aunque duro, es camino seguro a la eterna posesión de Dios. Así nos lo muestra el Señor en Mateo capítulo 5 versículos del 21 al 26, donde nos dice que bajo su ley, proclamada en este monte, no es como en la ley recibida por Moisés en su montaña, aquí la exigencia es mucho mayor pero también la misericordia, porque Moisés dijo “maldito el que no guarde fielmente esta ley para cumplirla” (Deuteronomio 27:26), por lo que pesa una maldición sobre el que no cumple la ley; sin embargo, el Señor dijo, llevando a plenitud la ley de Moisés, que ya no se trata de matar, sino que aquel que se enoje intempestivamente contra su hermano, y lo llame tonto, o lo ofenda de cualquier forma, ya ha cometido un pecado digno del infierno, o sea un pecado grave o mortal, por lo que debe buscar hacer las paces y la reconciliación con su hermano antes incluso de presentar a Dios sus ofrendas; sin embargo después, a través de la imagen de dos hombres que van enemistados de camino ante un juez, quién echa al culpable en la cárcel hasta que pague todo su delito, el Señor nos muestra que procuremos morir sin rencillas contra nadie en nuestro corazón, que procuremos perdonar y reconciliarnos sinceramente mientras estamos en esta vida ( yendo de camino ), para que no tenga Él, que es el justo juez, que echarnos en la cárcel (el Purgatorio), y tengamos que permanecer allí hasta que nos hayamos purificado de todas nuestras rencillas e imperfecciones. También el caso del inmoral de la iglesia de Corinto, que con toda la autoridad de Cristo sería entregado a Satanás para destrucción del cuerpo, como acto de purificación, anuncia el proceso y tiempo largo de purificación que tendrá que pasar para salvarse, pues no irá a la presencia del Señor, sino que su espíritu solo podrá salvarse en el día del juicio (1 Corintios 5:1-5).
Así pues, la iglesia católica, siendo universal no solo por su alcance geográfico sino doctrinal, por creer y vivir todo lo revelado por Dios, nos enseña la verdad de la comunión de los santos, para que así podamos obtener tanta gracia y auxilio que nos vienen de la Virgen Santísima, nuestra Madre y Reina, que sobresale por encima de todos los santos (Apocalipsis 12:1), y de los propios santos que moran en el Cielo, además de que podamos ganar méritos en Cristo, para nosotros y nuestros hermanos del Purgatorio, haciendo las buenas obras que nacen de nuestra fe.
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LA IGLESIA CATÓLICA Y LA BIBLIA.

LA IGLESIA CATÓLICA Y LA BIBLIA

En medio de tan profusa y perjudicial confusión religiosa a la que asistimos hoy en día, debido a la libre interpretación de los textos sagrados, se hace urgente e imprescindible aclarar cuáles serían las rectas normas y principios dejados por nuestro Señor para reconocer la verdadera interpretación.
En primer lugar, tenemos que nuestro Señor en todo su ministerio público( y en toda su vida terrenal por supuesto), no se ocupó en escribir nada, sino en formar hombres, pues el principio a seguir, como también sucedió en el Antiguo Testamento, es primero formar hombres, trabajar en ellos, desarrollar en ellos la fe, el amor y el conocimiento de Dios; que ellos sean los libros vivos en que esté inscrita la verdad de Dios, formar así un pueblo, y entonces luego, como resultado de su experiencia de fe, este pueblo pone por escrito todo aquello que es decisivamente imprescindible de conocerse para la salvación, asistido por el Espíritu Santo. Mostrándose así, que es el hombre el principal objeto de amor y trabajo de Dios, y que las Escrituras, en las que el hombre mismo es instrumento activo, son una herramienta valiosísima en función suya; por lo que siempre será el hombre, por voluntad del mismo Dios, protagonista principal en la transmisión de la revelación de Dios; y por eso el Señor no dijo “ir y escribir mis mensajes y enviarlos por todo el mundo”, sino “ir y hacer discípulos míos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado, y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”(Mateo 28:19-20); por lo que ningún libro sustituye el papel del hombre en la salvación, la acción del hombre encomendado por Dios; ni el libro sagrado, este siempre será santísimo y valiosísimo instrumento en función de su misión. Así pues, no es la Biblia la que tiene el protagonismo principal, que es de entrada el error básico protestante, sino la iglesia; es está la que el Señor se ocupó en formar, por la que murió, y a la que envió; las Escrituras cristianas son un resultado suyo, provienen de ella, pues fue a ella a quién el Señor encargó toda autoridad sobre la Palabra de Dios, como se observa entre otros muchos textos en Juan 21: 15-17, cuando le dice a Pedro, y con él a todos sus sucesores en el gobierno de la iglesia, los obispos de Roma, “apacienta mis corderos y mis ovejas”, dale tú la Palabra de Dios a mis fieles más pequeños y mayores en la fe.
Partiendo de aquí, podemos comprender el porqué de tan terrible profusión de sectas, cada vez más extrañas y dañinas, produciendo cada vez mayor confusión religiosa, pues nunca fue conforme al plan y la voluntad de Dios, que se le quitara, por así decirlo, la Biblia a la iglesia, el patrimonio y dominio sobre esta a la iglesia, y se le repartiera a todo el mundo cómo si este fuera un libro igual que otro cualquiera, trayendo una profanación a la misma Biblia con cada vez más repugnantes herejías, demostrándose que este no es un libro más, ni que esa es forma de hacer verdadera evangelización; la Biblia es un documento sagrado , es un documento eclesial, que no puede separarse de su gestora la iglesia, que por voluntad divina tiene toda la autoridad para su legítima interpretación, lo que llamamos el Sagrado Magisterio. Esto queda muy claro cuando el Señor le dijo a Pedro, “ y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”(Mateo 16:19); o sea, en esta promesa de nuestro Señor, que es una de las declaraciones más contundentes e increíblemente devastadoras para con los espiritualistas, que no comprenden que Él no hace nada para la salvación de los hombres sino por los hombres, al punto que el mismo se encarnó; nos está diciendo que le ha dado tal autoridad(llaves) a su iglesia, en la persona de Pedro y sus sucesores, que todo lo que decidan en materia de fe y moral, en materia de doctrina, será confirmado en el cielo, y lo que desaprueben será desaprobado; de donde naturalmente se deriva el dogma de la infalibilidad papal, pues poniendo las cosas al revés( el Señor confirmando al hombre, en vez del hombre al Señor cómo resultaría lógico), le está dando toda la fuerza a la idea de que este será perfectamente asistido de lo alto, al punto que no puede equivocarse en esta materia, poniéndose siempre el cuño allá arriba en lo que él decida aquí abajo. A tal punto quiso el Señor dejar claro, que no se trata de libre interpretación, ni de repartir Biblias para que cada cual crea lo que quiera, pues no se trata de filosofías ni corrientes mundanas de pensamiento, sino de la verdad de Dios, que solo por Él puede ser revelada, de la manera estricta y ordenada que Él ha establecido; se trata de obedecer, de reconocer en los hombres por Cristo señalados al mismo Cristo, aún con todos sus defectos, de ser humildes así, teniendo esa fe de niños que Él nos mandó tener, y no soberbios, rebeldes y contumaces, de donde proviene todo pecado desde nuestros primeros padres Adán y Eva hasta nuestros días.
Por tanto, la misma historia de la iglesia se ha encargado en demostrar que el Señor, como siempre, tenía razón; y es que antes del Protestantismo, y de que se repartieran biblias sin más, de una manera hasta cierto punto mágico-supersticiosa, pensando que así ya se estaría garantizando la salvación de los hombres, existía la iglesia, que hizo enorme cantidad de proezas, y dio frutos increíblemente maravillosos, casi podríamos decir, sin biblias. Pues en la edad apostólica no existían biblias, ni los cristianos tenían prácticamente acceso a los manuscritos del Antiguo Testamento, y muy poco a los del Nuevo Testamento que iban surgiendo entonces, sin embargo existía la iglesia con la presencia del Señor y de su Espíritu en medio de ella, que es lo más importante, y había gran fe, amor y servicio al Señor. Después vino la era de los mártires, que duró por más de dos siglos, gloriosa y bendita etapa de fe, amor y entrega al Señor, donde los cristianos no contaban en su mayoría con las Escrituras, sino con algunos que otros manuscritos, esporádicamente muchas veces, sin embargo, fueron derribando ese imperio romano del mal con el testimonio de sus vidas entregadas por amor a Cristo hasta la sangre; seguidamente comenzó la Edad Media, donde la iglesia emprendió y logró la evangelización y conversión de todas las tribus bárbaras del norte, y de todo lo que hoy es Europa hasta Rusia, así como el norte de África y otras regiones, logrando poco a poco establecer naciones bajo el dominio de la fe de Cristo, y otras muchas obras de caridad y civilización en hombres que vivían de la guerra y todo tipo de violencia, sin embargo, se mantenían siendo muy contados los manuscritos bíblicos, y a todo esto, la iglesia contó en todo este tiempo con un innumerable ejército de santos y santas, monjes, mártires, vírgenes, sabios, misioneros, todo género de cristianos que brillaron con la luz de Cristo en el santo testimonio de sus vidas, sin contar con biblias. ¿Quiere decir esto que no existía la palabra de Dios?, por supuesto que existía, pues por medio de la palabra de Dios se engendra y se hace crecer a los cristianos(1 Pedro 1:23-2:2), sin la cual no pudiera existir la iglesia; pero es que la palabra de Dios estaba en el corazón de la iglesia, como siempre ha estado, ella la porta, recibida de los apóstoles, transmitida a sus sucesores los obispos, y así sucesivamente; predicada por sus ministros, la ha tenido toda ella, testificada brillantemente por la santidad de sus más ilustres hijos. Esto nos lleva irremediablemente al valor inestimable de la Sagrada Tradición, que para la iglesia tiene tanto valor como las Escrituras, y que los protestantes tanto desprecian, sin conocer que ella es el origen de las mismas Escrituras y un tesoro incomparable para su interpretación, pues ella es la prueba de que la iglesia es anterior a las Escrituras en el testimonio de la palabra de Cristo, dado que su transmisión fue exclusivamente oral en un principio, cumpliendo el mandato de nuestro Señor, a partir del cual se dejó constancia escrita de lo fundamental y básico por el Espíritu, el mismo que mantuvo el tesoro de esa Palabra no inscrita en los manuscritos sagrados, verificada en los escritos de los Padres de la iglesia, algunos de ellos discípulos directos de los apóstoles, llamados Padres apostólicos, y otros, discípulos de estos, verificada también en los concilios y proclamaciones dogmáticas de los papas, mostrándose que es genuina palabra de Dios, que no solo complementa a las Escrituras sino que ayuda de forma invalorable a la interpretación genuina de su sentido, muchas veces no explícito, algunas veces oscuro, y siempre complejo, porque como criterio irrefutable se tiene cuando los Padres, heredando de los apóstoles el sentido genuino sobre alguna enseñanza de Cristo, están todos de acuerdo en ese punto, como auténtica expresión también de la fe vivida desde un inicio en toda la historia de la iglesia.
Y aquí llegamos a una verdad muy importante y esencial, la gran dificultad de las Escrituras para hallar su genuino sentido demuestra que no fueron hechas para circular independientemente de la iglesia, para ser arrancadas de ella, en donde pierden su auténtico sentido, sino que ellas mismas reclaman la necesidad de un magisterio infalible sobre sí, como dispuso nuestro Señor, que garantice la verdadera interpretación asistida por el Cielo; por lo cual la iglesia con toda la autoridad recibida por Él y echando mano de estos criterios objetivísimos, da a luz conceptos, expresados en dogmas, que sin ella de ninguna manera se hubieran podido alcanzar.
Así tenemos que ni la definición de Dios, lo cual viene a ser lo más importante y decisivo, está explícito en las Escrituras cristianas, ni la definición de la persona de Cristo con relación a sus naturalezas divina y humana, que vendría a seguirle en importancia, y así no pocas cosas de valor, pero además aún las cosas que están explícitas, como la presencia real de Cristo en el pan eucarístico (1 Corintios 11: 23-29) o el bautismo como acto necesario para la salvación(1 Pedro 3:21), necesitan de un criterio infalible, porque entonces le pueden cambiar aquí el sentido recto por el figurado, como hacen los protestantes, cayendo igualmente en herejía, por lo que gracias al Sagrado Magisterio conocemos de la Santísima Trinidad, que Dios es uno solo en tres personas, conocemos de la unión hipostática de la naturaleza humana y divina en Cristo, que era ciento por ciento hombre y Dios verdadero a la vez, sin detrimento de ninguna de las dos naturalezas, que por esto María es madre de Dios y no solamente del hombre Jesús, tenemos la absoluta certeza de la presencia real de Cristo en la hostia consagrada, como también que el bautismo fue instituido para perdón de los pecados y salvación de los creyentes(Hechos 2:38; Juan 3:5); y así otras muchas cosas inestimables que son base de nuestra fe, y que no están explícitamente dichas la mayor de las veces en las Escrituras, pues no se trata de la letra sino del Espíritu, no se trata de que tenga que decirlo explícitamente, aunque a veces así sucede, sino de que sea el sentido de todas ellas, porque la letra mata pero el Espíritu vivifica(2 Corintios 3:6).
Por esto el criterio fundamentalista protestante, de que tiene que decirlo explícitamente el texto, aparte de ser contradictorio(porque algunas cosas las han tomado del magisterio de la iglesia, como fácilmente se ve, y otras estando explícitas entonces le dan otro sentido), los ha llevado no solo a alejarse del Magisterio y de la Sagrada Tradición, sino con ello, del sentido genuino de las Escrituras, dando lugar a cada vez más terribles herejías y sectas, que por tanto se hacen más extrañas cada vez, rechazando dogmas históricamente establecidos como la Santísima Trinidad y otros, confirmando con sus mismos errados testimonios y herejías, la gravedad de la interpretación libre, y la falsedad de todo el principio protestante de solo la Escritura, llevando a un verdadero caos y confusión doctrinal a ese mundo religioso, apartado del cual resplandece la iglesia católica, como única iglesia de Cristo, portadora de su verdadero mensaje y su genuina interpretación, tal y como Él dejo establecido que fuera, y prometió mantenerlo hasta el final de los tiempos(Mateo 16: 18).
Residencia del autor: Juan David Martínez Pérez.
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The Roosevelt tribune.Y EL SILENCIO DE LOS CORDEROS.

The Roosevelt tribune.
Y el silencio de los corderos.

Criterios cognitivos es el juicio por cuyo medio percibimos y declaramos la diferencia que hay entre las cosas reales y aparente -en la tolerancia global.
Martes, 20 de julio de 2010.
En la calle San francisco, entre San Lázaro y Buena Ventura en el distrito de Lawton, -es muy común ver inundarse este sitio por la abundante lluvia que se deposita allí, -la cual llega a alcanzar un nivel de altura de la columna liquida de hasta dos metros. -Como máximo.
Y a consecuencia de estas lluvias y por la inundación que se produjo el viernes 16 de julio, -a los vecinos se les destruye los alimentos, los equipos de entretenimiento y el cemento que tenían para reparar sus casas, las cuales están en muy mal estado. -la mía tiene ya cuatro derrumbes, -pero como dios tiene su propósito con cada persona, -me mantiene vivo para que argumente estas realidades.
El delegado representante político del gobierno en la circunscripción, -plantea que no esta en sus manos dar la solución adecuada, si no ablandar y destruir las opiniones desfavorables al gobierno, que puedan estar en contra del diseño cognitivo que se expresa en imágenes a través de los medios estatales de televisión, apoyados siempre por la radio y otras personas hostiles a la civilización que conviven en el país.
Esta propaganda humanitaria en la televisión, que promueve la confusión hacia el propio bando, y que refleja una realidad con siglos de atraso y abandono en otros países hispanos. Que no tiene nada que ver con el referente cubano que se ha establecido en cinco décadas y que persiste en este momento con la despreocupación y negligencia gubernamental hacia este municipio y otros en ciudad habana, - donde los vecinos que podrían haber perdido la vida en la inundación son los menores:
Yasbel Balanquer Almeida con 17 meses de nacido.
Victor Manuel Balanquer Almeida con 6 meses de nacido.
Madiu Hernández Almeida de 6 años.
Y una anciana de 86 años la cual tiene cáncer.
Una de las victimas directas fue Meyken Almeida Romero de 25 años de edad, la madre de los menores antes citado, -la cual con sus hijos cargado fue que pudo salvar la vida de los mismos. Otra victima directa fue la señora Mercedes Orta Polledo de 70 años de edad enferma con cáncer, la cual se le destruyo todo el material domestico en la casa.
Y a la no solución llega el momento en que las personas se acostumbran a vivir con la muerte a la espalda y en otros, el proselitismo y la ignorancia que produce los medios mediáticos, los hace callar.
La prensa y la radio no han dejado de comunicar los daños Producido por los ciclones tropicales en países vecinos pero lo que sucede en el municipio 10 de octubre que tiene más habitantes que la provincia de ciego de Ávila, no cuenta en la opinión gubernamental.
La liberta de información sostiene a la “paz y la seguridad” que proveen el cimiento del progreso mundial. Históricamente, el acceso asimétrico a la información es una de las principales causa de conflicto entre los estados. Cuando enfrentamos disputas graves o incidentes peligrosos, es de importancia crítica que las personas en ambos lados del problema tengan el acceso a los mismos hechos y opiniones. . –Secretaria de Estado Hilary Rodham Clinton, el 21 de enero de 2010, en el Museo de la información Newseum en Washington, D. C

A la vista de Dios, todos nacen iguales y morimos iguales. Por tanto, ¿no es inútil fomentar la superioridad de una clase sobre otra (en la era de la información) durante nuestra breve existencia?...ver Pánfilo y el Apartheid en Cuba.
“Al ciudadano le corresponde la función de evitar que el gobierno caiga en el error”-Robert H. Jackson, Juez Adjunto de la corte Suprema de los EE.UU. American Communications Association vs. Douds, 1950.
Hay en el Polo Sur un monumento erigido en memoria del expedicionario Ingles Scott. En ese monumento se ha esculpido un verso de Lord Tennyson, que reza así: “ Luchar y Buscar, encontrar y no rendirse!” -la justicia.

Compartimos la esperanza de que dentro de medio siglo, cuando nuestros hijos y nietos miren hacia atrás a los esfuerzos de nuestros tiempos, digan que hemos actuado con decisión, que hemos combinado la compasión con la determinación, -que amamos la justicia-, que pasamos la prueba de la libertad y que les legamos un hemisferio rico en logros, y unido en la construcción de un futuro”—Madeleine Albright, Secretaria de Estado de los Estados Unidos.
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martes, 6 de julio de 2010

A los Hermanos que envío mis trabajos.

A los hermanos que envío mis trabajos

En el año 1998, me dispuse por voluntad de Dios y de la Virgen Santísima, escribir un libro sobre el Apocalipsis, interpretando este difícil texto, con el fin de publicarlo y así sirviera para edificación de la Iglesia. Se lo llevé al encargado de la doctrina y la fe en la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (C.O.C.C) monseñor Petit, el cual después de leerlo me refirió a monseñor Calos M. de Céspedes, considerado máxima autoridad en asuntos teológicos, el cual aprobó dicho texto después de su consideración; no obstante, no pudiendo cumplir mi propósito de publicarlo, experimentando las dificultades de tipo monetario y otras que se suscitan, abandoné el asunto. Con el tiempo me he venido concentrando en artículos no muy largos, como para publicar en revistas católicas, cada vez que me he sentido estimulado, que comprenden los otros nueve títulos dentro de mi lista de trabajos, y en los que pongo ahora mayormente mi ahínco en publicar. Dios quiera que después de considerarlos, si lo encontrasen acertados, puedan ver la luz para Su gloria.
Sin más, su hermano en Cristo:
JUAN DAVID MARTÍNEZ PÉREZ.

La Iglecia católica como Base de la promoción Humana.

LA IGLESIA CATÓLICA COMO BASE DE LA PROMOCIÓN HUMANA
La iglesia católica como heredera del evangelio predicado por Nuestro Señor, de sus enseñanzas y de sus hechos, y como continuadora de su obra, por la fuerza de Su presencia y por mandato suyo, ha sido la base del significativo y considerable desarrollo de la promoción humana en la cultura occidental en estos últimos veinte siglos, y desde ella al mundo; a pesar de los errores y las infidelidades de muchos de sus miembros y de no pocos de sus ministros, que no han podido opacar la brillante luz del testimonio extraordinario de sus más fieles hijos.
Enraizada en la divina tradición judía, contenida en el Antiguo Testamento, donde están las más antiguas, numerosas, elevadas, y precisas normas de justicia de toda la antigüedad antes de Nuestro Señor, donde ya hay exigencias de amor para con el prójimo, de misericordia y compasión para con los más débiles y extranjeros, y otras exigencias de justicia social; la iglesia proclamando las máximas supremas de Nuestro Señor, ilumina a el mundo pagano y bárbaro del primer milenio de su existencia con un divino humanismo que no tiene parangón.
Ya desde sus comienzos la iglesia católica estableció un sistema de vida entre sus fieles que podríamos llamar el primer, auténtico y verdadero comunismo, no por la fuerza de la violencia, el odio y el autoritarismo como el marxista, sino por la fuerza del amor, la verdad y la libertad, donde todos compartían lo que tenían, vendían sus propiedades y ponían el dinero a los pies de los apóstoles para que se repartiera según las necesidades de cada uno de forma que no hubiera ningún necesitado (Hechos 2:44-46; 4:32-35). Esto perduró en la iglesia como muestra de que el amor, expresado concretamente en la ayuda al necesitado, es tan propio e intrínseco de la iglesia como la predicación de la Palabra; justamente por eso cuando comenzó a crecer el número de fieles, y con ellos el de necesitados, y sucedieron los primeros problemas, la iglesia tomó medidas que no impidieran la continuidad de esta práctica, sino que estableció el diaconado y otras normas para garantizar la continuidad de este servicio (Hechos 6:1-6; 1Corintios 16:1-4; 2Corintios 8:1-15; Romanos 15:25-26).
En los años subsiguientes, cuando la iglesia fue adentrándose más y más en el imperio romano, a pesar de la hostilidad y barbarie de este, no dejó por eso esta práctica y vida de amor, sino que la acrecentó de modo tan admirable, que multitudes de hombres y mujeres se convertían indeteniblemente ante la insuperable fuerza de su testimonio de amor.
La práctica de este sistema de vida comunitario, duró de manera efectiva dentro de la iglesia, unos tres siglos aproximadamente; pero no fue este el único ni más grande testimonio de amor que dieron los cristianos en medio de aquel monstruoso imperio, sino que el perdón, la mansedumbre y el amor aún a los enemigos que practicaban los cristianos para con sus tiranos y asesinos, en muchos casos, conmovió a tal punto los cimientos de aquella sociedad que se debilitaron las bases de la violencia, el odio, la ambición y la corrupción sobre las que se erigía, de manera que fue desmoronándose el imperio hasta ser fácilmente devorado por sus enemigos en su parte occidental, lo que constituyó la mayor victoria de la iglesia hasta hoy en día, junto con la lograda sobre el imperio soviético y sus países satélites de Europa del este en el siglo pasado; la primera victoria profetizada en el libro de Apocalipsis (Apocalipsis capítulo 18) y la segunda victoria profetizada por la Virgen en su mensaje de Fátima.
Pero esta victoria de la iglesia sobre el imperio romano no significó sino una gran responsabilidad y desafío, un gran reto para su misión de amor y promoción humana; en lo adelante tendría que ocuparse en civilizar desde el evangelio a todas esas tribus del norte de Europa acostumbradas a vivir de la rapiña, el saqueo y el vandalismo.
Fue entonces cuando la iglesia se creció en la persona de sus más ilustres hijos, que emprendieron la evangelización de todos estos pueblos bárbaros, logrando gradualmente un progresivo cambio de costumbres con la paulatina asimilación de la fe, el amor y la mansedumbre cristianas; de esta forma a la vez que le extirpaban la idolatría y todas las supersticiones, le enseñaban a trabajar y a vivir de una forma ordenada y tranquila.
Junto con esto comenzaron a crecer las instituciones de caridad fomentadas por la iglesia. Además de los conventos que venían siendo de hacía un tiempo de gran ayuda para los más pobres y necesitados, se crearon los hospicios para los viajeros y peregrinos, los hospitales para los enfermos y los asilos para los huérfanos y niños expósitos, además de que se fundaban escuelas para la enseñanza de conocimientos útiles.
Todo esto sentó las bases de la civilización europea, esta paciente y difícil labor fue logrando que poco a poco de estas tribus bárbaras y enemigas se fueran gestando naciones con un criterio más asentado y estable de vida, que aunque no habían llegado a lo perfecto ni mucho menos, tenían un sentido muy superior de la convivencia.
Todas estas instituciones de caridad fueron sembrando en el hombre europeo no solo un sentido cada vez más elevado de la justicia, sino de la misericordia, la compasión y la fraternidad, que junto a una postura diferente y positiva respecto al trabajo y un constante y creciente amor a la sabiduría y a la instrucción, como se vio en el período carolingio y en el siglo XII con la creación de las primeras universidades, posibilitó que él y solo él llegara primero a lo que hoy conocemos como modernidad.
Por lo cual aún apartándose cada vez más de la influencia de la iglesia, las doctrinas y movimientos surgidos en su contra para combatirla, como la Ilustración, la Revolución Francesa, el marxismo; y todas las tendencias socialistas, llevan en sí el germen de justicia, igualdad y fraternidad sembrado por la iglesia en el hombre europeo, por lo que solo en él y en sus culturas hijas del continente americano se verificaron primero estas nociones, y solo mucho después por su influencia, de forma muy parcial, en el vastísimo y poblado continente asiático y en el continente africano.
Ahora bien, en continuidad con esta obra forjadora de conciencia para el mundo entero, como luz y sal en medio de él (Mateo 5:13-16), la iglesia ha seguido librando su gran batalla, que le acompañara hasta el final de los tiempos, contra todas las múltiples formas en que se manifiesta el mal en nuestros días.
La iglesia es el baluarte fundamental en la lucha por la verdadera dignidad del hombre, en contra de tantas corrientes engañosas que con ropaje de liberación, tolerancia y cientificidad lo condenan al abismo de la degradación y a su total perdición.
Por eso no cesa de levantar su voz contra todo lo que atenta contra el carácter sagrado de la vida humana, dando el concepto más elevado, profundo y pleno de lo que es el hombre y de lo que es su vida, como don supremo que recibe del Creador, para que se respete el hecho de que desde el momento de su concepción en el seno materno, hay un ser humano nuevo, único e irrepetible distinto a la madre que no tiene derecho ninguno sobre él, sino el deber de amarlo desde ese momento de más indefensión.
Y así, en este mismo sentido, que cese el carácter de instrumentalización que se le da a la vida humana, cuando so pretexto de investigación se experimenta con embriones humanos.
También, ante la evidente y manifiesta cada vez mayor desmoralización del mundo moderno, la iglesia sigue apuntando al valor sagrado de la familia, que comienza con la valorización plena del matrimonio, como una unión que debe ser estable e indisoluble siempre que haya sido por amor, como el más sólido garante y fundamento para un sano crecimiento y desarrollo de las nuevas generaciones, haciendo retroceder todas las concepciones modernistas sobre la pareja que degradan al hombre y la mujer, y ni se diga las terribles aberraciones de parejas del mismo sexo, que ya quieren imponerse ante la sociedad con reconocimiento jurídico y derecho de adoptar una criatura.
Finalmente cabe destacar que la iglesia tiene también un duro frente en la lucha por la justicia social, política y económica, y por la liberación verdadera del hombre de los ídolos de este mundo, para que sacuda de sí el consumismo, el hedonismo, la codicia y el afán de lucro que continuamente le promueven en las sociedades de consumo y levantando los ojos a su Salvador encuentre lo que realmente llene su vacío espiritual y es trascendente, para que en todas las sociedades del mundo se respete el derecho de todo hombre a manifestar públicamente su fe, sus convicciones políticas e ideológicas siempre y cuando no atenten contra el bien común, antes bien aporten elementos constructivos para una sociedad mejor, para que toda sociedad se esfuerce por garantizar a sus ciudadanos casa, trabajo y salario dignos para una vida decente de todas las familias, para que internacionalmente todos los países respeten el derecho de los otros y se ponga fin a las guerras injustas, a los atentados terroristas, las sanciones económicas arbitrarias y por medio de la paz se globalice la solidaridad, haya unas más justas y equitativas relaciones comerciales y un desarrollo armonioso de todas las naciones.
Residencia del autor: Juan David Martínez Pérez.
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La Iglesia católica y la ciencia.

LA IGLESIA CATÓLICA Y LA CIENCIA

Desde sus mismos comienzos la Iglesia ha mostrado que el Logos, palabra griega que es la raíz de lógica, es decir la Sabiduría de Dios, habita en ella, iluminando al mundo con sus ricos tesoros. Así tenemos, como primerísimos antecedentes, a los apóstoles, rudos e incultos pescadores de Galilea, dando profundos y sabios sermones y respuestas al pueblo de Israel, pero más asombrosamente aún, a los maestros y sacerdotes de este, dejándolos boquiabiertos y maravillados(Hechos 4:13); fueron las primeras piedras de un gran edificio que se iría levantando a través del tiempo, cuyos siguientes pasos verificaron estos mismos apóstoles con sus epístolas y evangelios (compuestos también por discípulos directos suyos), verdaderos tratados teológicos e históricos, incomparablemente más lógicos y racionales que la mayoría de los escritos de su tiempo. Pero sin duda, el gran exponente de estos primeros tiempos fue el apóstol san Pablo, que podemos calificar como el primer gran teólogo de la historia de la iglesia; el Señor le concedió una alta sabiduría(2 Pedro 3:15), con la que no solo desarrolló y profundizó articuladamente la doctrina cristiana sino que rebatió contundentemente la oposición de los judíos y los retóricos griegos, demostrando la superioridad sapiencial de la revelación de Cristo (Hechos 17:16-34; 1 Corintios 1:17-2:16). En efecto, estas características son patrimonio único de la revelación cristiana, pues no vemos en ninguna otra religión ni corriente de pensamiento humana, en la historia de la humanidad, desarrollar tan rápidamente una escuela doctrinal propia, tan profunda y original, que se fue imponiendo en medio de la oposición del sistema teórico más encumbrado de la antigüedad, el sistema griego. Sí, porque en esto constituyó la historia de la iglesia en lo adelante, desde el punto de vista científico, en tomar los elementos más inspirados del pensamiento griego, junto a la rica y apreciable herencia judía, como hiciera el apóstol san Juan en su evangelio y en el Apocalipsis, y sobre todo san Pablo en sus epístolas, y a la luz y novedad de la revelación de Cristo, exponer lo más acabada y perfectamente su doctrina; en esto consistió la Patrística y después la Escolástica.
Muy importantes fueron los aportes de estas etapas de la iglesia al pensamiento del hombre. La Patrística vino a confirmar que la revelación de Dios es lo verdaderamente más lógico a lo que puede aspirar el hombre, y que no solo se puede relacionar con la más alta filosofía sino que es el cumplimiento supremo de su búsqueda de la verdad, y así, poco a poco, los padres de la iglesia fueron convirtiéndose en los principales exponentes del pensamiento de toda esa etapa, cuyo ejemplo supremo fue san Agustín, creador de lo que después se daría en llamar filosofía de la historia.
A la par de esto, las definiciones dogmáticas de la iglesia, propuestas en sus concilios, iban estableciendo conceptos cada vez más abstractos y complejos, como el de la Santísima Trinidad, la definición de las naturalezas divina y humana en la persona de Cristo, que contribuirían al desarrollo del pensamiento de este tipo en el hombre de estas regiones influenciadas por la iglesia, dándole continuidad a esto la Escolástica, produciendo un amor a la sabiduría y al conocimiento, que se observa de manera especial en los monasterios de algunas ordenes , lo cual trajo como resultado, ya desde antes, el renacimiento carolingio(anuncio y anticipo del posterior), notable y considerable auge y desarrollo de las artes y ciencias bajo el impulso y dirección de Carlomagno; el grandísimo e incomparable aporte de la creación de las universidades, como resultado también del amor a la enseñanza que la iglesia venía mostrando desde ya hacía tiempo con la creación de escuelas de oficio y de índole instructiva para bien del clero y del pueblo, y finalmente como resultado de todo el surgimiento de hombres de eminentísima ciencia como san Anselmo, san Alberto Magno y santo Tomás de Aquino, cumbre del pensamiento en esta etapa y para algunos de toda la historia de la humanidad; coronándose también con la construcción de magníficos templos y de grandiosas catedrales góticas, que todavía hoy son el asombro y admiración del mundo entero, algo así como los rascacielos de hoy en día, pero más ricas en arte.
De esta forma como consecuencia lógica, tuvo que surgir en Italia, centro del cristianismo, el Renacimiento, que tomó todo el desarrollo y potencialidades sembrados en el hombre europeo hasta ese entonces, ejercitados en el culto de lo divino fundamentalmente, para manifestarlo en las artes y ciencias humanas; cierto es que junto con ello tomaron auge corrientes paganas, pero esto era inevitable de cualquier forma cuando irremediablemente viniera la desacralización de la sociedad, la autonomía de lo civil y lo religioso, para bien de la iglesia y de la sociedad; por lo cual aún con el precio a pagar que siempre trae la libertad, el saldo fue muy positivo, se dio un impulso a la ciencia, la técnica y las artes, incomparable, que puso a Europa a la cabeza del mundo, y que fue el paso decisivo hacia la modernidad ; pero surgió solamente donde la luz de la iglesia brillaba con mayor intensidad, beneficiándose los hombres no solo en lo religioso, que es lo principal, en lo teológico-salvífico, sino también en lo filosófico, científico, artístico, político, social y económico. Por eso tuvo que surgir ahí y no en otro lugar; y que no se diga que fue fundamentalmente por la herencia de los clásicos griegos, puesto que los árabes se habían apoderado primero de todos esos textos, y aún cuando lograron algunas cosas notables, fruto también de su ingenio, no lograron ni tuvieron un Renacimiento; ni tampoco se diga que se debe a la herencia que dejó el imperio romano, porque la parte oriental estaba aún bajo el peso del mismo, que dominó allí hasta ese entonces, y no produjo tal revolucionario acontecimiento; solo donde el influjo de la verdad de Dios reinaba se pudo dar semejante fruto.
En seguida, como consecuencia, surgieron grandes genios y grandes descubrimientos, que revolucionaron una vez más el mundo, el católico Gutemberg creó la imprenta moderna, René Descartes, discípulo de jesuitas, se constituyó con su duda metódica en padre del pensamiento moderno, padre de la filosofía y la ciencia moderna, al descubrir con su geometría analítica que las matemáticas son y deben ser el lenguaje natural de la física, el sacerdote polaco Nicolás Copérnico fue autor de uno de los hitos más grandes de la historia de la ciencia con su teoría heliocéntrica; sin embargo aún no se comprendía del todo la autonomía de las ciencias seculares de la ciencia sagrada, y tuvo que darse el incidente con Galileo para que la iglesia comprendiera que el camino y los objetivos de ambas son diferentes, se complementan, no se excluyen, ambas buscan la verdad por diferentes vías y de diferente forma; no obstante el tiempo a demostrado que en su afán por la verdad, ambas están relacionadas y se necesitan, pues la teología en su estudio y conocimiento de Dios necesita el auxilio de las ciencias seculares, para la mejor y más exacta comprensión de la obra de Dios, como la historia, la arqueología, la geografía, la astronomía, la biología y otras muchas, al mismo tiempo las ciencias seculares necesitan de la teología si en verdad quieren dar luz y sentido genuino a sus trabajos, que con todos sus esfuerzos no pueden escapar de sus grandes limitantes para alcanzar una verdad general e integral, al ocuparse fundamentalmente del aspecto material de la Creación y recibir de este prácticamente toda su información, siendo a todas luces insuficiente en un mundo que continuamente evidencia un horizonte mucho más grande y trascendental, pues en un universo casi infinitamente grande, casi infinitamente complejo y variado, es casi un infinito absurdo decir que todo es obra del azar y la casualidad, entre otras muchas cosas que necesitan la asistencia de lo divino para llenar vacíos y lagunas inexplicables, y para dar además una correcta y fundamentada ética a este mundo científico, y que no cometan groseros errores y violaciones contra el propio ser humano y contra toda la Creación, como son los intentos de clonación de seres humanos, los abortos, los experimentos con embriones humanos, la “creación” de microorganismos y sustancias dañinas en función de la guerra química y bacteriológica, y el daño al ecosistema con el ataque al medio ambiente entre otras cosas.
Así pues tenemos, que demostrada la compatibilidad entre fe y razón, y en correspondencia con esta histórica convicción suya, la iglesia en continuidad con su más auténtica tradición ha seguido dando desde entonces hijos ilustres, que han marcado pautas en la historia de la ciencia secular, y han sido de paso, no por casualidad, iniciadores de nuevas teorías y ramas del saber, como antaño lo fueron Descartes y Copérnico; aún cuando no es su misión ni su objetivo dedicarse a estas ciencias, sino en la medida de que nada humano le es ajeno, y que la Sabiduría de Dios, de que es custodio para enrumbar las almas en el recto camino de la salvación, irradia hacia los demás campos de conocimiento del hombre, mostrando el Señor que le interesa toda su vida, aunque en sus manos entregó desde el principio el conocimiento y dominio de la Creación(Génesis 1:28), por lo que el ejercicio de gobierno, industria, desarrollo y transformación de la Creación, con todos los conocimientos científicos que esto implica le pertenece al hombre, aún cuando la Sabiduría de Dios interviene para asistirlo y coronar sus esfuerzos en momentos puntuales; como cuando Luis Pasteur, fervoroso católico, padre de la microbiología, descubrió toda la incidencia de los agentes patógenos en las enfermedades del hombre, dando un salto decisivo en la comprensión de los microorganismos y su relación con el hombre, especialmente con sus enfermedades, posibilitando un gran avance en bien de la salud humana; así también el cubano Carlos J. Finlay rezando el rosario fue iluminado acerca del papel del mosquito aedes-aegypti como agente transmisor de la fiebre amarilla y otras enfermedades, de igual manera el monje austríaco Gregor Mendel, padre de la genética, dio los primeros pasos en la comprensión de los caracteres hereditarios, tan importante para una exacta y profunda comprensión de toda la vida sobre la Tierra, su origen, su variedad, sus características propias, la forma en que se transmiten, echando por tierra simples concepciones mecanicistas; como también el padre belga Georges Lamaitre fue el creador de la teoría cosmológica del Big Ban o Gran Explosión, la única con varias comprobaciones experimentales, en detrimento de otras, por lo que es la mayormente aceptada, asestando un duro golpe a los errados dogmas materialistas de la eternidad de la materia y cosas como estas.
Esta teoría ya tenía antecedentes eclesiásticos, mostrando su inspiración divina, cuando el padre Zerchi, desde el observatorio del Vaticano, en las decenas finales del siglo XIX, fue el primero en observar los distintos colores que las estrellas tomaban según la edad que tenían, por lo que pudo intuir que el universo no era un ente estático, sino que tuvo un origen y estaba en expansión, uno de los presupuestos básicos de la teoría del Big Ban. Así pues comprendida la lección del proceso de Galileo, la iglesia respalda ahora el progreso de la auténtica ciencia secular sin ningún temor, absolutamente segura de la verdad, y que la verdad no puede contradecirse a sí misma, pues Dios autor de las Escrituras y de la Creación nos habla por ambas vías de distintas cosas y de distinta forma, pero todo procede de Él en donde no hay contradicción, y solo nosotros los hombres nos contradecimos al interpretar ambas lecturas, por lo que hombres de iglesia, prestos y capacitados para este servicio, son instrumentos de la Sabiduría de Dios para develar sus misterios.
Por eso la iglesia, alejándose de las posiciones fundamentalistas de las sectas, hijas de Lutero, que opuso la fe a la razón, a interpretado los primeros capítulos del Génesis, que hablan del origen del universo, de la vida y del hombre, con verdadero criterio científico, o sea desde la ciencia sagrada o teología, y desde las ciencias seculares, como un mensaje de alta sabiduría teológica, que es su objetivo, que no pretende darnos información de las otras ciencias que corresponde a los hombres ejercer y descubrir, sino en todo caso tangencialmente; por lo tanto el texto es de un género literario complejo, pues no es estrictamente histórico-narrativo, sino que siendo de una gran riqueza y profundidad teológica, se usan muchas imágenes, alegorías y símbolos, que ha llevado a decir a muchos que es un poema, y es que en verdad, en función de transmitir mensaje tan espiritual y complejo hay más de una licencia, y muchas imágenes, por lo que el texto podía clasificar como teológico-histórico-poético-alegórico. Esta clasificación valdría sobre todo para los tres primeros capítulos, a partir del cual hay reminiscencias de esto pero con lenguaje un poco más directo, hasta el capítulo doce, a partir del cual hay un cambio franco de estilo, pasando a ser más puramente histórico-narrativo.
En el primer versículo hay ya una gran revelación, sobre todo teológica, pero también física;”en el principio”, pues hay un principio, como nos muestra el Big Ban, principio que san Juan retoma en su evangelio(Juan 1:1), para decirnos que el Verbo, la Sabiduría de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, que encarnó en Jesucristo, estaba en ese distante momento con el Padre y con el Espíritu dándole inicio a la Creación, el texto del Génesis lo muestra en verdad como algo distante que originó primero los cielos(el universo), y derivó después en la Tierra, a la que llega enseguida, pues es el centro de su mensaje en este primer capítulo, porque es el centro del universo, no porque lo sea físicamente, sino mucho más que eso, espiritual y teológicamente, porque es donde Dios va a crear la vida y al hombre a imagen y semejanza suya, lo que hace a la Tierra el centro espiritual del universo, y todo lo demás en él está en función suya, ella es la verdaderamente importante en todo este inconmensurablemente grande universo, por eso se narra cómo desde ella y para ella, por eso aunque esa luz primera que irrumpe en la oscuridad de los primeros tiempos, es obviamente la del sol, no se habla de él y los otros astros hasta el cuarto día, pues nada puede anteponerse al protagonismo cimero de la Tierra; los días obviamente no son de veinticuatro horas aunque reiteradamente se nos propone así de manera poética, con la frase “y fue la tarde y la mañana”, para presentarnos a Dios también de manera antropológica, como un trabajador humano que labora todo el día, descansa en la noche, y así durante seis días, descansando el séptimo.
Después hace Dios que a través de esa irradiación solar se evapore una enorme masa de agua, un abismo de agua, por medio de lo cual deja lista la atmósfera terrestre con sus diferentes capas, expresado con los únicos términos que un hombre de aquel tiempo podía, ”haya una expansión en medio de las aguas y separe las aguas de las aguas”, obsérvese que ya el universo había sido creado desde el principio, este nuevo cielo del que se nos habla aquí, relacionado directamente con la Tierra es lo que viene a ser toda la atmósfera terrestre; después cuando las aguas estuvieron a nivel adecuado pudo descubrirse la tierra firme, apartando y limitando las aguas a los océanos y mares, y así creciera en ella toda la vegetación, solo después se nombran los astros del cielo, haciéndose marcada mención de estar en función de la Tierra por todo lo antes dicho, ”son lámparas o lumbreras para apartar el día de la noche, para señales de días, años, y estaciones”. Sigue en magnífica consecución, concordante con la ciencia moderna, la creación de los animales acuáticos, terrestres, y como corona de toda la Creación el hombre, distinto esencialmente de todos los demás(a imagen y semejanza de Dios), algo que se comprueba a diario y que las ciencias seculares no alcanzan a demostrar en toda su magnitud, por estar limitadas fundamentalmente a lo material, algo en lo que sí el dato bíblico-teológico es muy superior, original y único, que debiera ser muy atendido como otras capitales enseñanzas teológicas en las que no es objetivo de este trabajo detenerse como merecen, por estar relacionado sobre todo con las ciencias seculares. De esta forma termina la Creación de Dios en “seis días”, incluyéndose el séptimo, día de descanso, dentro del ciclo, para valorar al máximo el descanso como parte integral de la vida de trabajo del hombre, en que además de reponer sus fuerzas, a de dedicarse por encima de todo a su Creador, comprendiéndose por otra parte que Dios no necesita descanso y mucho menos de veinticuatro horas, sino que referido a Él, este “día de Dios” representa todo el tiempo desde que creó al hombre hasta que vuelva hacer nuevos cielos y tierra, o sea todo este tiempo de miles de años sin hacer grandes obras de creación hasta que haga “nuevos cielos y tierra nueva en los que more la justicia” (2 Pedro 3:13), hasta que llegado el final de los tiempos destruya este gran universo, gran obra suya, pero infestado y corrompido por el pecado (Romanos 8: 19-22), Y haga uno nuevo y muy superior para morar con sus hijos y herederos(Romanos 8: 17; Apocalipsis 21: 1-7).
Seguidamente, en el segundo capítulo, no se contradice al primero como hay quienes han dicho, sino se toman las cosas desde otro plano, ahora ya no se trata de la Tierra como centro espiritual y teológico del universo, sino del hombre como centro espiritual y teológico de la Tierra, ahora con licencias típicas de la literatura de este texto, se pasa rápidamente por encima de toda la creación del universo hasta llegar al hombre, como anteriormente se había hecho con la creación del universo hasta llegar a la Tierra(Génesis 1:1), y se resume la idea diciendo así “estos son los orígenes de los cielos y la tierra cuando fueron creados, el día en que Yahvé Dios creó los cielos y la tierra…” (versículos 4 y 5 ), o sea resume la idea al máximo y lo pone como algo distante, muy distante de este plano nuevo en que se va a crear al hombre, y se le llama a todo el tiempo de creación antes del hombre “el día” ; ahora toda la Creación está en función del hombre, y como este no ha llegado aún no llueve ni crece la vegetación, claramente se está evidenciando que ha pasado una gran cantidad de tiempo hasta la llegada del hombre, y que ha habido un cambio importante en la Creación, que ha evolucionado hacia un mundo óptimo para la llegada de este, que tiene rasgos paradisíacos, y que está preparada esperando la llegada de ese hombre, “de la misma tierra brota un agua que la riega”, esta imagen sirve para esa otra imagen fuerte de Dios como un alfarero haciendo del barro al hombre, para lo cual necesita agua; a partir de ahora todo es creado en función del hombre, el hombre es el centro de toda la Creación, se le crea un jardín, que refuerza la idea de un mundo paradisíaco para bien suyo, y allí se le crean las mejores y óptimas condiciones, porque esta Tierra fue creada para el hombre inicialmente en un estado muy superior que en el que ha degenerado después de la primera desobediencia o pecado original; hay abundantes ríos por todos lados garantizando la fertilidad, árboles y plantas de todo tipo para su alimentación, y animales de todo tipo para su compañía, aunque ninguno llena su ser, pues solo la mujer, un ser esencialmente igual a él (sacada de su costado), que lo complementa, de manera que juntos forman la especie humana, puede ser una verdadera e ideal compañera, la imagen de la costilla es tiernísima y muestra la profunda intimidad e indisolubilidad de la pareja humana, del matrimonio, reafirmada con los versículos derivados de ella “esta es hueso de mis hueso y carne de mi carne…..por lo tanto dejará el hombre a su padre y a su madre(porque es mayor la intimidad, el amor y el llamado para con su mujer) y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne” (una sola persona).
Después, en el capítulo tres ,se nos narra la bendita relación de intimidad que tenía la primera pareja humana con Dios su Creador, como es lógico, pues para eso fue creado el hombre, estando en un estado de plena inocencia(estaban desnudos y no se avergonzaban), lo cual fue la envidia del diablo(Sabiduría 2:24), que quiso sembrar en la mujer(el lado más débil), y por ella al hombre, la misma soberbia, orgullo y altivez que lo llevó a condenación, lo que Dios permitió para probar la obediencia y fidelidad de sus amadas criaturas, a su Buen y Amoroso Creador, que como un Padre había sido y era con ellos en todo; desgraciadamente el hombre y la mujer prefirieron la soberbia de ser como dioses y ser tan sabios como su Creador, conociendo por ellos mismos lo que es bueno y lo que es malo, perdiendo así su estado de inocencia, entrando por esto el pecado en el mundo, la desobediencia que corrompió la naturaleza humana (fueron abiertos sus ojos y conocieron que estaban desnudos), pero Dios mostró entonces las superabundantes riquezas de su misericordia para con todos nosotros sus criaturas, prometiéndonos a todos un Salvador y junto a Él una madre corredentora[auxiliadora perfecta en la Redención (versículo 15)], para que por Él tengamos vida, y por ella nos sea más fácil el camino a Él.
Después de todas estas inestimables revelaciones, comprendemos el valor único e insuperable de la ciencia sagrada, de la teología, en pro de que el hombre conozca las verdades más profundas y trascendentales de su existencia y de la vida en general, por lo cual las Sagradas Escrituras no se detienen en datos sobre las ciencias seculares, que no solo pertenecen al campo de trabajo del hombre, sino que por lo mismo, aunque con límites ,están a su alcance, y aunque de gran valor no tienen el carácter decisivo y único que para la persona humana, para su trascendencia, su moral, su dignidad y misión únicas, tienen los datos de esta otra ciencia sagrada, que solo pueden ser reveladas por nuestro Creador, por lo que trabajando ambas en cooperación, respetándose cada una su lugar, y aún más auxiliándose debidamente en todo lo que sea necesario, pueden dar juntas el conocimiento de la verdad y la felicidad que necesita el hombre.
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