martes, 15 de noviembre de 2011

Santa Teresita del Niño Jesús: la heroína de la fe





Santa Teresita del Niño Jesús: la heroína de la fe


No es de extrañar que un alma tan pura y semejante al fin a Nuestro Señor, como la de Santa Teresita, tuviera que pasar por voluntad de Dios, que lleva a la cima de la perfección así a estas almas escogidas, no solo una verdadera pasión en su cuerpo, sino lo que a veces es más doloroso, una verdadera pasión en el espíritu, y de manera providencial junto con la de su cuerpo.
Esto nos recuerda a Nuestro Señor, que justo horas antes de que llegaran los terribles tormentos físicos, tuvo el terrible tormento espiritual de Getsemaní, que venció a base de obediencia y sometimiento absoluto a la voluntad de Dios; pero este tormento de alguna manera también lo vemos en la cruz cuando clamó, “Dios mío, Dios mío, ¿porque me has abandonado?”; ¿pero que diremos?, ¿la horrible e incomparable blasfemia de que Nuestro Señor perdió la fe o la confianza en el amor y la presencia de Dios en su vida, como algunos se han atrevido a insinuar?, no, sino que tomando las Escrituras, como siempre hacia para darnos el ejemplo de fe de lo que hay que hacer en los momentos difíciles, se solidariza con todos los hombres que pasaron, pasan y pasarán por momentos así de tinieblas(Lucas 22: 53), donde parece que el mal vence, y les enseña con el salmo citado a confiar en Dios y en su triunfo, precisamente en esa hora, que es lo que proclama el salmo en su continuación, y el motivo del porqué El lo cita.
Esta prueba de experimentar la ausencia de la presencia sensible de Dios en la propia vida, fue el pan cotidiano de la vida religiosa de Santa Teresita, algo con lo que Dios quiso prepararla para la prueba cumbre de su vida en el orden espiritual, la prueba de la fe, y así quedara asociada de manera plena a la Pasión redentora de Nuestro Señor, es decir, no solo por los tormentos físicos sino también por los espirituales, y quede así confirmado, lo que ella humildemente nos deja ver, que su prueba de la fe, que vivió tan admirable y heroicamente, es por esto mismo, entre otras cosas fundamentales, para reparar toda esa trágica y maligna incredulidad que imperó en su tiempo, de finales del siglo XIX, especialmente incrédulo, de los más incrédulos de la historia de la humanidad, con los ateismos de Marx, Freud y Nietzsche, además de las teorías de Darwin, Malthus y otras.
Ella que desde niña tenia una sobrenatural certeza de Cielo, que le hacia, en la inocencia de esa tierna edad, desear la muerte a los padres que tanto quería, para que fuesen felices en la presencia de Dios, y que con su entrada en el Carmelo a los quince años, y todas sus palabras y obras en él, mostraba que era esa la meta a la que deseaba llegar con el más vivo y ardiente deseo, tuvo que ser probada precisamente en este mismo deseo, para que además, como ella misma decía, fuese purificada de todo lo que de satisfacción natural hubiera podido haber en su deseo de Cielo.
Ahora bien, se impone preguntarnos, ¿como se dio esta prueba en Santa Teresita?, ¿cuales fueron sus características?, puesto que ya ha habido algunos que han osado blasfemar sobre tan santa experiencia, lo mismo que sobre Nuestro Señor y su clamor en la cruz.
La verdad es que ella misma nos lo cuenta con bastante detalle, en el manuscrito C de su libro Historia de un alma, pudiéndose ver con claridad que se trató de toda una experiencia sobrenatural de orden negativo, permitida por Nuestro Señor para los propósitos antes expuestos, o sea, que Dios permitió que la obra demoníaca la cercara en este sentido fuertemente, y así fuese vencida su perversa obra de incredulidad para con el mundo de este tiempo en la heroica obediencia y postura de fe de Santa Teresita, que reparaba y consolaba al Sagrado Corazón de Nuestro Señor de tantas injurias y blasfemias que se propagaban entre los hombres en aquel tiempo.

En la secuencia misma de los hechos que ella nos narra, vemos que en las primeras horas de la madrugada del Viernes Santo de 1896, al poner su cabeza sobre la cama, después de haber estado toda la noche anterior de Jueves Santo en oración ante el Santísimo Sacramento, siente la primera Hemoptisis, es decir, el primer vómito de sangre producto de la tuberculosis, de lo cual se asegura al llegar la claridad de la mañana de ese día; ella misma nos dice que en el momento que sintió el flujo en su boca, aún cuando no estaba segura en la oscuridad de que era sangre, se lo parecía, y entonces su alma se llenó de gran alegría al pensar que ya iba al encuentro del Esposo, y nos continua diciendo que llena de un fervor inusitado asistió en ese día a Prima y al capítulo de los perdones, ansiosa por poder confiarle su esperanza y felicidad a la Priora, y así tuvo el consuelo de pasar el Viernes Santo como ella lo deseaba, nunca le habían parecido tan deliciosas las austeridades del Carmelo, estaba transportada de alegría por la esperanza de ir al Cielo, y así en la noche de ese día volvió el Señor a confirmarle que su encuentro con El no estaba lejos. Entonces nos da el texto clave para la comprensión cabal de toda esta experiencia cuando nos dice “Gozaba entonces de una fe tan viva, tan clara, que el pensamiento del Cielo constituía toda mi felicidad. No podía creer que hubiera impíos que carecieran de fe. Creía que hablaban contra todo lo que pensaban cuando negaban la existencia del Cielo, del hermoso Cielo donde Dios mismo quería ser su recompensa eterna”. Justo en este momento que podíamos llamar de éxtasis en la fe, es cuando el Señor, unas pocas horas después, llegado el Domingo de Pascua, nada más y nada menos, en plena alegría por la resurrección de Nuestro Señor, permite que su alma fuese invadida por las más espesas tinieblas, y que el pensamiento del Cielo tan dulce para ella, no fuese más que motivo de combate y de tormento. Es obvio que estamos aquí ante una experiencia que no es normal, ni natural, ni cotidianamente humana, pues nadie pasa en unas cuantas horas de un supremo júbilo de fe, que tiene como base lógica una vida entera de plena certeza y regocijo en estas verdades eternas, a este estado de tenebrosas y sufridas dudas, en las que como ella misma nos dice le parecía oír la burla de “sueñas con la luz, con una patria perfumada con las más suaves fragancias, sueñas con la posesión eterna del Creador de todas esas maravillas, crees que algún día saldrás de las brumas que te rodean. Adelante, adelante, alégrate por la muerte, que te dará, no lo que esperas, sino una noche aún más oscura, la noche de la nada”. Fácilmente se puede ver que se trata de un claro cuadro de poderosa obra demoníaca, cosa no extraña a ella, y en la que Dios ya la había preparado incluso de niña, cuando con solo diez años sufrió por este agente del mal una terrible y extraña enfermedad, que le producía los más raros síntomas físicos y espirituales, que los médicos no sabían como explicar y muchos menos sanar, fortísimos temblores, desvanecimientos, delirios, aún sin haber perdido nunca la razón, espantosos terrores y visiones, que no pudieron curarse sino con la bendita sonrisa que la Virgen misma le diera en persona el 13 de mayo de 1883. Es necesario decir que las mismas características de las dudas son en extremo extrañas, confirmándose por esto mismo que son un producto demoníaco, que a la vez sirve de manera absolutamente perfecta a los santos propósitos de Dios, pues ella nunca jamás dudo de la existencia de Dios, ni de la Virgen, ni de los ángeles, ni de los santos, a quienes seguía amando cada vez más, sino que dudaba de la existencia del Cielo, es decir, de ese lugar divino, de recompensa, donde tendría la más incomparable dicha en la presencia de Dios y de todos sus servidores, con todas las maravillas preparadas para los que le aman, lo cual resulta tan raro que ella misma confesaba no entender nada sobre esto, pero Dios que si lo entiende todo, y más aún sabe porque hace o permite las cosas, quería que ella demostrara el verdadero amor a El, ese amor apasionado, puro y desinteresado, que le hacia decir y querer hacer las cosas más insólitas, a cuyo verdadero fuego había llegado gracias a su Caminito, y que por esta prueba quiso Dios lo viviera y demostrara hasta sus ultimas consecuencias. Quiere decir que toda esta prueba la hizo primero que todo vivir en la más pura fe, que es la esencia de su Caminito, sin consuelos, sin otro apoyo que Dios mismo, teniendo que vivir por tanto en total confianza y abandono en El, como ella insistentemente proponía con su doctrinita, creyendo a pesar de todo que Dios es pleno amor y misericordia, que no le reprocha nada, que le perdona sus pequeñas faltas, que siempre esta con ella y la ama infinitamente, y que todo tiene un propósito en El, sin amarguras, sin resentimientos, sin temores, sin rencor, demostrando que no le ama ni le sirve interesadamente, ni siquiera por sus bendiciones y recompensas eternas en el Cielo, sino por El mismo, como debe ser, como es digno del amor, entregándose hasta morir por ese amor sin mas recompensa que El mismo.

Sin embargo, todo esto hubo de demostrarlo con obras, pues la verdadera fe es así como se demuestra ( Santiago 2 :14-26 ), lo que le exigió y costó al máximo, pues esta prueba duró hasta el fin de sus días en la tierra, en los que tuvo que seguir cumpliendo con todos sus deberes de religiosa, ahora con los malestares permanentes de una tuberculosis que iba avanzando y que no le dejaban, hasta que fue instalada definitivamente en la enfermería; pero durante todo este tiempo fueron aún más sus compromisos, escribiendo poesías sublimes en espiritualidad, por encargo de diversas hermanas, obras de teatro para la comunidad en distintas celebraciones que tenían, cartas de profundo aliento y consejo a los sacerdotes misioneros que habían sido hechos hermanos suyos, manteniéndose en el cargo de maestra de novicias, y además, escribiendo por obediencia los dos últimos manuscritos que conforman su libro de Historia de un alma, por todo lo cual dijo estas palabras, “El sabe muy bien que aunque no tengo el gozo de la fe, al menos trato hacer obras de fe. Creo que he hecho más actos de fe desde hace un año que en toda mi vida.

En cada nueva ocasión de combate, cuando mi enemigo viene a provocarme, actúo como un valiente; sabiendo que es cobardía batirse en duelo, doy la espalda a mi adversario sin dignarme mirarlo a la cara. En cambio, corro hacia mi Jesús y le digo que estoy dispuesta a derramar hasta la última gota de sangre por confesar que hay un Cielo. Le digo que soy feliz de no gozar de ese hermoso Cielo acá en la tierra, a fin de que El lo abra por toda la eternidad a los pobres incrédulos.

Por eso, a pesar de esta prueba que me quita todo gozo, puedo sin embargo exclamar: Tu me ALEGRAS, Señor, con TODAS tus acciones. ¿Porque hay alegría más grande que sufrir por tu amor?. Cuanto más intimo es el sufrimiento, menos aparece a los ojos de las criaturas y tanto más te alegra a ti, Dios mío. Pero, si por un imposible, tu ignoraras mi sufrimiento, yo estaría igualmente feliz, si por el pudiese impedir o reparar una sola falta cometida contra la fe…”

Después de estas benditas palabras, que son un verdadero monumento a la fe y al amor, y en donde claramente se puede ver con la frase “cuando mi enemigo viene a provocarme”,que ella era plenamente conciente de que el demonio era el instigador directo de esta obra, y que cumplen a la perfección el ejemplo y la enseñanza que dejó el Señor en la cruz, citando el salmo 21 clamorosamente, queda todo en resumen magistralmente demostrado, y solo añadiré, que ésta es la verdadera Santa Teresita y su legado del Caminito, que no es un camino de fe cómoda, pasiva, infructuosa, a la manera protestante, sino un camino de verdadera confianza en Dios, que por lo mismo lucha con el máximo de sí por agradarle, por servirle, por amarle, partiendo de esa fe humilde como la de un niño, y que por eso es grande, sin temores, sin complejos, sin perturbaciones enfermizas, sin fariseísmos ni rigorismos enaltecidos u orgullosos, siempre sencilla, pacífica y tranquila, confiada en el infinito amor de Dios, y por eso firme, segura y decidida en su voluntad, trabajando con toda humildad al máximo, en la parte pequeña que le corresponde al hombre y está a su alcance, y abandonándose perfectamente en la parte decisiva que siempre corresponde a Dios.

JUAN DAVID MARTINEZ PEREZ.





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