SANTA JUANA DE ARCO Y SANTA TERESITA DEL NIÑO JESUS, ANUNCIO Y CUMPLIMIENTO.
Uno de los hechos más milagrosos de la historia, que todavía hoy suscita estudios e investigaciones, fue sin duda la epopeya de Santa Juana de Arco, pues ella es una clarísima demostración de que Dios actúa en la historia, y no solo actúa sino que es el Señor de ella, el Alfa y Omega, principio y fin (Apocalipsis 1:8), el Fiel y Verdadero, siempre fiel a sus promesas, a su verdad.
Y es que no podemos sustraernos a la poderosa y clara evidencia divina que estos hechos nos dejan ver desde principio a fin, dándonos la fuerte impresión de que asistimos o leemos uno de los gloriosos pasajes de la historia de la salvación en el Antiguo Testamento, como los de Moisés, Josué o David, pero todavía muy superior, por la transparente y cristalina pureza, virtud y espiritualidad netamente cristianas de esta santa mártir; puesto que como antaño Dios tenia un compromiso de fidelidad con el pueblo de Israel, a condición de su obediencia, como claramente les había prescrito (Deuteronomio 28), en Jesucristo tiene un compromiso primero que todo con la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, y a través de ella con naciones que le estén especialmente vinculadas, como Francia, la primogénita de la Iglesia, es decir, la primera nación que se convirtió por completo a la Iglesia Católica, cuando el rey Clodoveo se hizo bautizar junto con todos sus súbditos, después de ganar una batalla que parecía imposible, tal como se lo había prometido a su esposa, fiel cristiana, en el año 496; de aquí el porqué Dios interviene tan prodigiosamente con estos hechos, y con tantos otros a favor de este país, como poderosas, singulares y relativamente frecuentes apariciones de la Virgen Maria, celosos defensores de la Iglesia como el gran Carlomagno, grandes y numerosos santos de importancia capital para la Iglesia, en cuya cima está la figura de Santa Teresita del Niño Jesús, de quien Santa Juana es anuncio y tipo.
Ahora bien, como es característico en la obra de Dios, el Señor no escoge a cualquiera para ser su instrumento, sino que llamó a una muy humilde joven virgen, pobre y sin instrucción, pero con una vida muy devota y consagrada a El, para que hiciera algo insólito, mucho más en aquella época, para que se pusiera al frente de los ejércitos franceses que liberarían a Francia de los ingleses, teniendo como objetivo central la coronación del rey.
Los continuos mensajes divinos que recibiera Santa Juana, confirmados con los hechos prodigiosos que permitieron su aceptación por el futuro rey, las batallas que ganó, su éxito con la coronación del monarca, y hasta su martirio, no dejan lugar a dudas de la divina misión que recibió, que de paso dejan claramente ver, que Dios si puede llamar a las armas para defender lo sagrado, que no es lo mismo que Nuestro Señor reprendió a Pedro, cuando en un enfoque completamente humano y terrenal, pretendía una vez más ir contra el designio divino del sacrificio en la cruz, esta vez por medio de las armas(Mateo 26:52-54), pero algo muy distinto es cuando una persona o grupo, haciendo dejación de sus intereses personales, lo cual siempre estaba en el fondo presente en Pedro y los demás apóstoles, que todavía estaban luchando por un reino terrenal en el que tendrían grandes beneficios ( Mateo 20: 20-22 ), deja sus posesiones, sus comodidades, su vida propia y su tranquilidad, para arriesgar su vida y ponerse al completo servicio de intereses sagrados, en lo cual fue lo que residieron las cruzadas, y que algunos como San Luís IX rey de Francia, vivieron en su verdadero y más puro espíritu, mientras que otros no, como a pasado también en otras cosas , lo cual no descalifica las cruzadas que Dios quiso si se quiere canonizar, con la empresa de Santa Juana unos pocos siglos después, a la vez que condenaba totalmente la Inquisición que tantas injusticias cometió, y que llevó al martirio a la propia Santa Juana, con el que el Señor quiso no obstante asociarla plenamente a su Sacrificio, y así consiguiera terminar lo que no le fue dado con las armas, la libertad de su amado país, pues por los méritos valiosísimos de la ofrenda de su vida en Cristo, Dios terminó de darle la libertad a su amada patria.
Queda pues considerar, como Dios quiso establecer un signo poderoso a través de Santa Juana, para señalar hacía la próxima jovencita francesa que levantaría, ya no para hacer coronar un rey terrenal, como ella misma diría, sino para hacer coronar al Rey de los reyes en los corazones de los hombres; lo que no deja de tener cierta semejanzas con las figuras y tipos que en el Antiguo Testamento Dios levantó para significar a Nuestro Señor y a la Virgen Santísima; esta jovencita que por el Espíritu comprendió y evocó esta singular asociación fue Santa Teresita del Niño Jesús.
Quiere decir, que ya desde los lejanos tiempos del siglo XV, el Señor estaba anunciando con Santa Juana de Arco, que levantaría otra jovencita francesa, otra niña, que lucharía denodada y prodigiosamente, esta vez por el amor de Dios, su reino, su Iglesia, de forma aún más prodigiosa, ya no con las armas, sino con lo que es más propio y característico de la vida cristiana, el amor, demostrado con obras de incesante oración, penitencias, sacrificios, mensajes, exhortaciones, enseñanzas orales y escritas en varios tipos de géneros; pues esto fue y es Santa Teresita, una guerrera del amor de Dios, que cuando estaba en la Tierra pasó por encima de mil y un obstáculos para entrar en el Carmelo con quince años, que estando ya allí con tan tierna edad no se amilanó por el trato tan extremadamente duro y a veces cruel de su Madre Superiora, sino que en todo momento venció el mal a fuerza de bien, que con la meta fija de lograr ser una gran santa para la gloria de Dios, no se desanimó por sus faltas y defectos, sino que se hizo de un camino muy propio y a la vez enteramente evangélico, para lograr la más alta santidad a pesar de sus debilidades, por el cual llegó a la cima del amor para con Dios y para con el prójimo, no pensando más que en la salvación de las almas por medio de la santificación de los sacerdotes y el envío de los misioneros, y en general en la edificación de la Iglesia, de la que dijo por el Espíritu ser el Amor, por todo lo cual una vez llevada al Cielo, comenzó verdaderamente su obra; el Señor le concedió gran gloria junto a El para que pudiera cumplir todo lo que por el Espíritu había anhelado y dicho querer hacer, y que aquí en la Tierra solo había podido cumplir muy limitadamente, pero que por ese amor desbordante con la que la quemaba el Espíritu, ya deseaba, esperaba y anunciaba poder en el Cielo cumplir al máximo hasta el fin de lo tiempos.
Fue entonces cuando empezó verdaderamente su misión, cuando comenzó su guerra de amor, cuando empezó a ser a plenitud la Juana de Arco del Cielo, derramando su tan anunciada lluvia de rosas, es decir, de gracias, de favores, bendiciones, que implora al Corazón de Jesús y las obtiene de su misericordia, y así los misioneros sentían su favor y poderosa influencia, que junto al ardiente celo que mostró por ellos y sus misiones cuando estaba en la Tierra, la llevó a ser proclamada patrona universal de las misiones y misioneros; además una avalancha de testimonios de todas partes del mundo reconocían multitud de favores alcanzados por su intercesión, donde no faltaban los que habían encontrado su vocación sacerdotal o se habían afianzado en ella, o la vocación religiosa, o se habían convertido de las herejías o de una vida de incredulidad a espaldas de Dios.
Se hace obvio entonces reconocer que Dios nunca se equivoca, pues lo que una vez anunció con Santa Juana lo cumplió superabundantemente con Santa Teresita. Dos niñas francesas, las patronas de ese país, escogió para glorificar extraordinariamente su Nombre, una ganando batallas en la Tierra, otras ganándolas desde el Cielo, una luchando por coronar un rey terrenal, la otra por que se sometan al Rey celestial y al imperio de su Amor los corazones, y así el Rey de reyes quede coronado en sus vidas, una luchando por liberación de su patria, la otra porque las almas sean liberadas del reino del mal, del reino de Satanás, y se hagan ciudadanos del reino de Dios, una ofrendando su vida en sacrificio por su país, y la otra ofrendando también su vida en un verdadero martirio para la conversión de las almas, la edificación de la Iglesia, y el triunfo de los escogidos de Dios.
JUAN DAVID MARTINEZ PEREZ.
Uno de los hechos más milagrosos de la historia, que todavía hoy suscita estudios e investigaciones, fue sin duda la epopeya de Santa Juana de Arco, pues ella es una clarísima demostración de que Dios actúa en la historia, y no solo actúa sino que es el Señor de ella, el Alfa y Omega, principio y fin (Apocalipsis 1:8), el Fiel y Verdadero, siempre fiel a sus promesas, a su verdad.
Y es que no podemos sustraernos a la poderosa y clara evidencia divina que estos hechos nos dejan ver desde principio a fin, dándonos la fuerte impresión de que asistimos o leemos uno de los gloriosos pasajes de la historia de la salvación en el Antiguo Testamento, como los de Moisés, Josué o David, pero todavía muy superior, por la transparente y cristalina pureza, virtud y espiritualidad netamente cristianas de esta santa mártir; puesto que como antaño Dios tenia un compromiso de fidelidad con el pueblo de Israel, a condición de su obediencia, como claramente les había prescrito (Deuteronomio 28), en Jesucristo tiene un compromiso primero que todo con la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, y a través de ella con naciones que le estén especialmente vinculadas, como Francia, la primogénita de la Iglesia, es decir, la primera nación que se convirtió por completo a la Iglesia Católica, cuando el rey Clodoveo se hizo bautizar junto con todos sus súbditos, después de ganar una batalla que parecía imposible, tal como se lo había prometido a su esposa, fiel cristiana, en el año 496; de aquí el porqué Dios interviene tan prodigiosamente con estos hechos, y con tantos otros a favor de este país, como poderosas, singulares y relativamente frecuentes apariciones de la Virgen Maria, celosos defensores de la Iglesia como el gran Carlomagno, grandes y numerosos santos de importancia capital para la Iglesia, en cuya cima está la figura de Santa Teresita del Niño Jesús, de quien Santa Juana es anuncio y tipo.
Ahora bien, como es característico en la obra de Dios, el Señor no escoge a cualquiera para ser su instrumento, sino que llamó a una muy humilde joven virgen, pobre y sin instrucción, pero con una vida muy devota y consagrada a El, para que hiciera algo insólito, mucho más en aquella época, para que se pusiera al frente de los ejércitos franceses que liberarían a Francia de los ingleses, teniendo como objetivo central la coronación del rey.
Los continuos mensajes divinos que recibiera Santa Juana, confirmados con los hechos prodigiosos que permitieron su aceptación por el futuro rey, las batallas que ganó, su éxito con la coronación del monarca, y hasta su martirio, no dejan lugar a dudas de la divina misión que recibió, que de paso dejan claramente ver, que Dios si puede llamar a las armas para defender lo sagrado, que no es lo mismo que Nuestro Señor reprendió a Pedro, cuando en un enfoque completamente humano y terrenal, pretendía una vez más ir contra el designio divino del sacrificio en la cruz, esta vez por medio de las armas(Mateo 26:52-54), pero algo muy distinto es cuando una persona o grupo, haciendo dejación de sus intereses personales, lo cual siempre estaba en el fondo presente en Pedro y los demás apóstoles, que todavía estaban luchando por un reino terrenal en el que tendrían grandes beneficios ( Mateo 20: 20-22 ), deja sus posesiones, sus comodidades, su vida propia y su tranquilidad, para arriesgar su vida y ponerse al completo servicio de intereses sagrados, en lo cual fue lo que residieron las cruzadas, y que algunos como San Luís IX rey de Francia, vivieron en su verdadero y más puro espíritu, mientras que otros no, como a pasado también en otras cosas , lo cual no descalifica las cruzadas que Dios quiso si se quiere canonizar, con la empresa de Santa Juana unos pocos siglos después, a la vez que condenaba totalmente la Inquisición que tantas injusticias cometió, y que llevó al martirio a la propia Santa Juana, con el que el Señor quiso no obstante asociarla plenamente a su Sacrificio, y así consiguiera terminar lo que no le fue dado con las armas, la libertad de su amado país, pues por los méritos valiosísimos de la ofrenda de su vida en Cristo, Dios terminó de darle la libertad a su amada patria.
Queda pues considerar, como Dios quiso establecer un signo poderoso a través de Santa Juana, para señalar hacía la próxima jovencita francesa que levantaría, ya no para hacer coronar un rey terrenal, como ella misma diría, sino para hacer coronar al Rey de los reyes en los corazones de los hombres; lo que no deja de tener cierta semejanzas con las figuras y tipos que en el Antiguo Testamento Dios levantó para significar a Nuestro Señor y a la Virgen Santísima; esta jovencita que por el Espíritu comprendió y evocó esta singular asociación fue Santa Teresita del Niño Jesús.
Quiere decir, que ya desde los lejanos tiempos del siglo XV, el Señor estaba anunciando con Santa Juana de Arco, que levantaría otra jovencita francesa, otra niña, que lucharía denodada y prodigiosamente, esta vez por el amor de Dios, su reino, su Iglesia, de forma aún más prodigiosa, ya no con las armas, sino con lo que es más propio y característico de la vida cristiana, el amor, demostrado con obras de incesante oración, penitencias, sacrificios, mensajes, exhortaciones, enseñanzas orales y escritas en varios tipos de géneros; pues esto fue y es Santa Teresita, una guerrera del amor de Dios, que cuando estaba en la Tierra pasó por encima de mil y un obstáculos para entrar en el Carmelo con quince años, que estando ya allí con tan tierna edad no se amilanó por el trato tan extremadamente duro y a veces cruel de su Madre Superiora, sino que en todo momento venció el mal a fuerza de bien, que con la meta fija de lograr ser una gran santa para la gloria de Dios, no se desanimó por sus faltas y defectos, sino que se hizo de un camino muy propio y a la vez enteramente evangélico, para lograr la más alta santidad a pesar de sus debilidades, por el cual llegó a la cima del amor para con Dios y para con el prójimo, no pensando más que en la salvación de las almas por medio de la santificación de los sacerdotes y el envío de los misioneros, y en general en la edificación de la Iglesia, de la que dijo por el Espíritu ser el Amor, por todo lo cual una vez llevada al Cielo, comenzó verdaderamente su obra; el Señor le concedió gran gloria junto a El para que pudiera cumplir todo lo que por el Espíritu había anhelado y dicho querer hacer, y que aquí en la Tierra solo había podido cumplir muy limitadamente, pero que por ese amor desbordante con la que la quemaba el Espíritu, ya deseaba, esperaba y anunciaba poder en el Cielo cumplir al máximo hasta el fin de lo tiempos.
Fue entonces cuando empezó verdaderamente su misión, cuando comenzó su guerra de amor, cuando empezó a ser a plenitud la Juana de Arco del Cielo, derramando su tan anunciada lluvia de rosas, es decir, de gracias, de favores, bendiciones, que implora al Corazón de Jesús y las obtiene de su misericordia, y así los misioneros sentían su favor y poderosa influencia, que junto al ardiente celo que mostró por ellos y sus misiones cuando estaba en la Tierra, la llevó a ser proclamada patrona universal de las misiones y misioneros; además una avalancha de testimonios de todas partes del mundo reconocían multitud de favores alcanzados por su intercesión, donde no faltaban los que habían encontrado su vocación sacerdotal o se habían afianzado en ella, o la vocación religiosa, o se habían convertido de las herejías o de una vida de incredulidad a espaldas de Dios.
Se hace obvio entonces reconocer que Dios nunca se equivoca, pues lo que una vez anunció con Santa Juana lo cumplió superabundantemente con Santa Teresita. Dos niñas francesas, las patronas de ese país, escogió para glorificar extraordinariamente su Nombre, una ganando batallas en la Tierra, otras ganándolas desde el Cielo, una luchando por coronar un rey terrenal, la otra por que se sometan al Rey celestial y al imperio de su Amor los corazones, y así el Rey de reyes quede coronado en sus vidas, una luchando por liberación de su patria, la otra porque las almas sean liberadas del reino del mal, del reino de Satanás, y se hagan ciudadanos del reino de Dios, una ofrendando su vida en sacrificio por su país, y la otra ofrendando también su vida en un verdadero martirio para la conversión de las almas, la edificación de la Iglesia, y el triunfo de los escogidos de Dios.
JUAN DAVID MARTINEZ PEREZ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario