martes, 15 de noviembre de 2011

El Sagrado Corazón, la Divina Misericordia y Santa Teresita del Niño Jesús.




El Sagrado Corazón, la Divina Misericordia y Santa Teresita del Niño Jesús.

Sin dudas podemos afirmar, que Nuestro Señor quiso mostrar hasta que punto es infinita su misericordia y su amor, cuando de aquella lanzada que hirió su Corazón en la cruz brotó agua y sangre, es decir, el sacramento del bautismo, de donde nace la Iglesia, enseñándonos que precisamente del acto más vil, que corona toda esta estela de increíble crueldad, su respuesta para con el hombre es la misericordia, su voluntad de redimirlos, de justificarlos y santificarlos con su sangre, por medio de las aguas bautismales, y redimirlos en un pueblo, en el que perdonados y revestidos de su gracia, le amen, dejando atrás los pecados y la ignorancia pasada, y se amen unos a otros, producto de un corazón renovado con su Espíritu; este pueblo es la Iglesia, la Iglesia de su Corazón, demostrado con este hecho con más fuerza que con ningún otro, amada hasta el extremo más impensable, como ya les había dicho en la Ultima Cena, y por lo que todos lo que pertenecemos a ella sabemos que somos fruto de su infinita misericordia.
De este hecho y por esta razón, muy pronto se fue estableciendo en la Iglesia un culto y una devoción al Corazón de Jesús, como una demostración de gratitud a ese Amor tan grande del que nació, a la vez que presentaba al mundo el verdadero rostro y naturaleza del Dios cristiano, el Dios único y verdadero, que vive en ella, y al que el mundo entero esta llamado a convertirse, pues por todos murió.
Por tanto, el culto al Sagrado Corazón de Jesús y a la Divina Misericordia que brota de él, forma parte de la auténtica y sagrada tradición de la Iglesia, que siempre lo ha promovido de una u otra forma, con palabras y obras, como expresión del Cristo misericordioso que vive en ella, y que a través suyo sigue llamando a las hombres a la fuente de agua y sangre del bautismo, salida de su Corazón, para perdonarlos, justificarlos y santificarlos.
No obstante todo esto, en un acto más de la superabundante misericordia de Nuestro Señor, y producto de la terrible confusión, dureza y blasfemia que contra esta santa verdad trajeron las herejías protestantes, y más que todas la calvinista, y todas las consecuencias de divisiones, guerras, destrucciones, saqueos y odios de todo tipo, por cuya causa el camino de la verdad ha sido blasfemado (2 Pedro 2:2), lo que quiere decir que ha sido gravemente ofendido e injuriado por todas esas enseñanzas y sus frutos; quiso entonces por esto mismo y más Nuestro Señor, recordar a su Iglesia y al mundo, una vez más, el abismo infinito de su Amor, y no solo recordarlo sino que quiso fijar y establecer un culto reparador a El, por todas estas injurias y las que sufre del mundo entero, y de manera especial por sus propios discípulos, sacerdotes, religiosos y laicos de su Iglesia, cuyas infidelidades hieren aún más su Corazón; por lo cual llamó y preparó, en la segunda mitad del silo XVII, a una humilde monja de la campiña francesa: Santa Margarita Maria de Alacoque, a quien por medio de visiones, éxtasis y amorosos mensajes quiso convertir en la fiel portavoz de su Sagrado Corazón, para que a partir de estas benditas revelaciones, la Iglesia y el mundo entero tome renovada conciencia del tan grande fuego de amor que hay en Nuestro Señor por los hombres, desde su paso por la Tierra, teniendo como punto máximo toda su Pasión, coronado con su Sacrificio en la cruz, siguiendo con toda su obra a través de su Iglesia, en que se renueva en cada Santa Misa incruentamente su único y santísimo Sacrificio, que permanece en ella por todos los siglos hasta su venida (1 Corintios 11:23-27 ), acto de infinito amor que los hombres en su inmensa mayoría continuamente desprecian, así como todos los demás, por lo que haciendo primero que todo de Santa Margarita una penitente reparadora de su Sagrado Corazón, le mandó a establecer en el mundo el culto reparador, para todos aquellos que quieran desagraviarle, revelándoles que deben comulgar en estado de gracia los primeros viernes de cada mes, durante nueve meses seguidos, venerar su imagen en lugar visible en sus casas, y hacer pequeños sacrificios y penitencias en su honor, y así se conviertan en reparadores y mensajeros de su Sagrado Corazón para con el mundo.
Sin embargo, esta bendita y maravillosa obra que tan precioso fruto ha dado en tantas almas en el mundo entero, no ha sido la última de este tipo, puesto que la mayoría de los hombres permanecen sordos a este ardiente y apasionado clamor de Amor que por ellos hace el Señor, y así de espaldas a El siguen ignorando su llamado; por lo cual en este siglo XX que acaba de terminar, el Señor ha proseguido, complementando y profundizando estos mensajes con el establecimiento de la devoción a la Divina Misericordia, a través de la monja polaca, Santa Faustina Kowalska, a quien escogió para mostrar al mundo los tesoros infinitos de su misericordia, que no deben ser rechazados, pues de lo contrario tendrían que experimentar entonces su Justicia, mostrándole al mundo a través suyo la importancia capital para la salvación que tiene la confianza en su infinita misericordia, que no tiene limites en perdonar los corazones verdaderamente arrepentidos, que no hay pecado ni injusticia que no pueda cubrir en aquellos que se allegan a su fuente sinceramente, por lo que para alentar y avivar esta confianza en la Iglesia y en el mundo, mandó a través de Santa Faustina establecer un culto a su Divina Misericordia, venerando la bendita imagen que le mandó hacer pintar, con Nuestro Señor bendiciendo, a la vez que salen de su Corazón dos rayos de luz, uno rojo que representa su sangre y el blanco que representa el agua, que salieron de su costado después de la lanzada, también fijando una fiesta dedicada a su Divina Misericordia dentro del calendario litúrgico de la Iglesia, nada más y nada menos que el segundo domingo de Pascua, dentro de la octava de Pascua, mandando además fundar una nueva congregación de monjas de rigurosa regla llamada de la Divina Misericordia, para propagar en el mundo con renovada intención la verdad de este atributo supremo de Nuestro Señor, a través de sus oraciones, penitencias y obras de caridad, y estableciendo también el Rosario de la Divina Misericordia, que tan poderosa y rápidamente se ha extendido por el mundo, con el fin antes dicho de estimular la confianza y devoción en esta misericordia divina.
Ahora bien, no se puede dejar de mencionar cuando se habla de amor y confianza en la misericordia divina, una vida que en sí misma resumió a la más alta expresión, con sus hechos y enseñanzas, esta espiritualidad: Santa Teresita del Niño Jesús.
Y es que es asombroso ver como sin visiones, ni éxtasis, ni mensajes, sino todo lo contrario, desde una continua y profunda aridez espiritual, se convirtió en la santa del amor y de la confianza en la misericordia de Dios, a través de un camino muy propio, que a la vez es el más puro evangelio, que legó a la Iglesia y al mundo, y que llamó “el caminito” ; el cual consiste precisamente en vivir una vida de profunda y verdadera confianza en el amor y la misericordia infinita de nuestro Dios, a partir de una humildad total y perfecta, como la de un niño pequeño, que así se relaciona y abandona siempre en los brazos y el corazón de su padre. Esta espiritualidad que a primera vista puede parecer pueril y simplona, tiene una riqueza de matices y una profundidad teológica, basada en la mayor radicalidad y fidelidad evangélica, que la llevó a convertirse en la Doctora más joven de la Iglesia.
Quiere decir que Nuestro Señor, a través de la vida y las palabras de Santa Teresita, dio esta vez un nuevo mensaje al mundo en línea con las revelaciones hechas a Santa Margarita, sobre la devoción a su Sagrado Corazón, que tendrán su continuación en las revelaciones hechas a Santa Faustina sobre la Divina Misericordia, pues no cabe duda que sin proponérselo expresamente Santa Teresita vivió y enseñó como si fuera la encarnación misma de la espiritualidad del Sagrado Corazón, y más, pues también encarnó lo que vendría después como complemento de ésta, la espiritualidad de la Divina Misericordia.
Y es que a través de su “caminito” ella vivió al grado supremo y heroico la verdad de que Dios es Amor (1 Juan 4:8), como lo recuerdan las revelaciones del Sagrado Corazón, en un tiempo donde se fijaban desmesuradamente en su justicia, llegándose a ofrecer como victima de holocausto al Amor misericordioso de Dios, en una celebre oración en la que inflamada de Amor dijo palabras únicas en la historia de la Iglesia; por lo que junto a su heroísmo en las obras pequeñas, vivió y enseño a la vez como nadie, la verdad de que Dios es Amor ante todo, un Padre de infinita ternura y caridad, e hizo de su vida una continua inmolación y reparación al Sagrado Corazón, sin que estuviera centrada en esta devoción.
Por todo esto, como consecuencia lógica de todo ello, nadie habla más de la misericordia de Dios y de la confianza sin limites que se le debe tener, reflejada en la oración ya mencionada, en otra muchas que compuso, en sus poesías, obras dramaturgias, y en todo su texto en prosa en general, como también en sus últimos dichos, tomados al pie de su cama de moribunda por varias de sus hermanas carnales y en religión, todo lo cual lo dejó confirmado ejemplarmente con su vida de religiosa, aún en el tiempo de su pasión antes de partir; por ello siempre se gloría en su debilidad, como decía el apóstol, porque cuando soy débil entonces soy fuerte por la gracia de Dios (2 Corintios 12:9-10), nunca dejaba que sus faltas la atormentasen, sino que aún era capaz de buscar el lado positivo, según lo antes dicho, y alegrarse, después de un sano arrepentimiento, por haber tenido y tener siempre necesidad de la misericordia divina, queriendo por esto así permanecer siendo la pequeña delante de Dios, para asegurarse de que todo le fuera dado por gracia, la que no tiene grandes obras que presentar ante El y todo lo confía a su misericordia, a la misma operación de la gracia de Dios en ella que la hará apta para presentarse ante El; la que nada quiere saber sobre sí sino abandonarse en lo que Dios quiere, y por lo mismo no busca ni hace nada que pueda ir contra el abandono en ésta, confiando en su misericordia.
De esta manera podemos concluir, que tenemos en Santa Teresita un ejemplo inigualable de confianza en el amor misericordioso de Dios, que perdona siempre al sinceramente arrepentido, que suple nuestras faltas, debilidades y limitaciones con las riquezas superabundantes de su gracia, en pro de nuestra santificación, que se ocupa de nosotros y provee para nuestras necesidades de todo género si mantenemos la confianza, por lo que ella vivió ejemplar y heroicamente lo que años después confirmara Nuestro Señor con las revelaciones de la Divina Misericordia, siendo así que ya El había dado testimonio vivo con el ejemplo de Santa Teresita de lo que manifestaría después, quedando ella por tanto para siempre, por voluntad del Señor, sin habérselo propuesto nunca, como una fiel mensajera del Sagrado Corazón y de la Divina Misericordia.

JUAN DAVID MARTINEZ PEREZ.

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